Mi primera incursión en el melodrama clásico y el resultado me ha dejado sabores agridulces. Buscando por sitios de cine he leído la historia del melodrama y sí, definitivamente esta peli cumple con ciertos requisitos formales: la división del mundo de forma binaria (los buenos, los malos; los héroes, los mártires, etc); la reclusión de la mujer y sus deseos de realización personal; los tonos afectados, teatrales, exacerbados y demás tintas. Pero a ver, vamos a la peli...

Sobre dos partes bien diferenciadas, La extraña pasajera se alza sobre la carga de la prota con respecto a los tratos tiránicos de su madre. Todo esto en la primera mitad. La segunda mitad encara el proceder de la prota, su transformación personal y como construye, a su manera, su vida futura.

Mientras que la primera parte, a pesar de la sobrecarga de tintas, enfatizaba los choques de la prota con su madre, todas las secuencias se hallaban bien encadenadas. Incluso la tensión estaba lograda, quizás obviando un poco la ampulosidad musical que adornaba una escena ya de por sí angustiante. Luego un viaje, a modo de peregrinaje personal.

El problema surge en la segunda mitad, porque determinados acontecimientos no llevan la marca de la lógica argumental sino la fuerza de un calzador impuesto por determinadas convenciones que dan por tierra todo sentido esperable por parte de la prota. El melodrama se impone como poder formal dejando en segundo lugar el otro poder, el del sentido común, que para un espectador actual no pasará desapercibido. (Todo en spoiler)

De esta forma, y bien lejos de la tragedia griega, esta fallida propuesta me deja un recuerdo más ligado a la telenovela lacrimógena mexicana que a esas obras de alto valor en los que el melodrama pretendía basarse.