Rourke, luchador adentro y afuera de la pantalla, se la juega a pleno en esta peli de un Aronofsky que decide olvidar sus síntomas autorales para generar una obra que rodee a su personaje principal con un velo de heroicidad tradicional. El luchador, lejos de intentar transmitir solemnidad épica es todo lo contrario: un relato apegado a un hombre que ve caer el crepúsculo de lo que supo ser.

Lás camaras en mano lo siguen siempre a espaldas de él mientras se dirige ya sea por los pasillos que lo conectan con el ring y su enemigo de turno, ya sea por sucios escondrijos de un supermercado donde debe desempeñarse cuando ve que su pasado como luchador es justamente eso, un hecho pasado. Hay una manufactura muy casera en The Wrestler que comunica al espectador una única intención: no estamos ante una parafernalia grandilocuente sobre el retiro de un héroe, sino más bien ante una crónica mundana de un hombre viejo que observa como sus épocas de gloria se están retirando. En este aspecto, la peli es honesta, y mucho, incluso en ese final arriesgado opta por no salirse de esa línea de sobriedad que la caracterizaba. Se destaca la relación entre Ram y si hija, una Evan Wood que siempre sabe contagiar esa vena trágica de sus personajes.

Enfatizando las relaciones personales como metáfora de una lucha eterna en el ring, El luchador es más humilde de lo que parece y le juega a favor, si bien que no quedará en nuestra memoria como una peli antológica.