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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
9
Drama. Comedia En 1984, durante una huelga de mineros en el condado de Durham, se suceden los enfrentamientos entre piquetes y policía. Entre los mineros más exaltados están Tony y su padre. Éste se ha empeñado en que Billy, su hijo pequeño, reciba clases de boxeo. Pero, aunque el chico tiene un buen juego de piernas, carece por completo de pegada. Un día, en el gimnasio, Billy observa la clase de ballet de la señora Wilkinson, una mujer de carácter ... [+]
29 de enero de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tuve archivada esta peli mucho tiempo: "ahhhh, un pebete que le gusta el ballet, sí, claro". Diría que mi solapado prejuicio me postergó para disfrutarla. Supe ser un pelotudo, un boludazo importante. Por suerte amainaron las corrientes del norte y logré, aunque sea un poco, trascender mi propia pelotudez. Una vez vista puedo alegar con toda defensa que la peli es un tanque de esos que se disfrutan con la cabeza, con el corazón y, sobre todo, con esa pizca de sana pero seria rebeldía que todos llevamos dentro.

La idea de un artista incomprendido dentro de un contexto hostil no es nueva, pero tan solo bastan las buenas intenciones y cierta pericia desde la dirección para hacer de un deja vu en potencia un Alfa Romeo cero kilómetro. Billy es un diamante en bruto, dudo que su evolución técnica lo mejore porque, haciendo una comparación caprichosa, estamos ante el Pollock del ballet. Ese pintor que doblegó las convenciones de la pintura con sus arranques de genial inconciencia se encarna en este niñito que no baila: suda danza en un frenesí caótico sin reglas, pero con una chispa de furia interna que hipnotiza hasta embobarte sin esfuerzo alguno. La peli respeta sus ritmos, sigue las convenciones simpatía/ternura/compromiso de toda candidata al Oscar. No ahorra en buscar que el espectador se conmueva y le sale bien en secuencias bien puntuales. En rigor, Billy Elliot (la obra) no se centra tanto en el ballet como en la explosión espontánea del individuo dentro de un contexto reducido, controlado, represivo. Allí se engalana con una metáfora resultona que funciona de principio a fin. Como bien diría un buen pastor: "un sujeto es producto de su propio genio, y de su contexto inevitable". Ese niño legitima el rumor.

Una pega: una elipsis invisible sobre el final. Un salto en el tiempo que descoloca un poco. Pero Billy Elliot sigue allí, aunque nos confundamos a primera vista.
Juan Rúas
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