O por lo menos es así para aquellos que no solemos apelar a Islandia a la hora de buscar una peli en el videoclub, son ese tipo de hallazgos que se dan un dia par de un mes bisiesto, cuando los muertos reviven en sus tumbas y Dios se toma un día de descanso. O bien para resumir: un poquillo de suerte y te encontrás con estas ofertas.

Pero es raro, porque Rotterdam encuentra su nudo antes de que la peli desarrolle su introducción, como si esos 88 minutos fueran una suerte de transición en el mundo de esos personajes; como si antes, y seguramente después, volvieran a caer en sus propias tentaciones, en sus condiciones marginales, extremadamente marginales y curiosamente simpáticas para el espectador, puesto que el pulso narrativo es muy adictivo y los giros argumentales están ubicados en el momento justo. El universo de este thriller es compacto y las, enormes, elipsis en lo que respecta a las relaciones entre personajes son cubiertas por datos retrospectivos tan efectivos que con dos informaciones ya puedes vislumbrar el pasado activo de cada uno de ellos.

Lo que sabe raro en esta obra es esa extraña naturaleza de "pasaje vívido" que sufren los personajes, porque si este fuera el episodio seis de una miniserie con el mismo nombre, pero con algun lujillo técnico, no habría mayor diferencia. Ahora bien, y dada la justeza que maneja la película, cada elemento posee su lugar y momento. Podrá ser un thriller a la moda, pero sólo superficialmente, pues vive de lo que dijo con dos imágenes, y no tanto de todos los vericuetos narrativos que pueda emplear.