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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
10
Drama Basada en hechos reales, describe el mundo del crimen organizado en Cidade de Deus, un suburbio de Río de Janeiro, desde finales de los sesenta hasta principios de los ochenta, época durante la cual el tráfico de drogas y la violencia impusieron su ley en las favelas. A finales de los sesenta, Buscapé, un niño de 11 años tímido y sensible, observa a los niños duros de su barrio, sus robos, sus peleas, sus enfrentamientos diarios con la ... [+]
28 de mayo de 2010
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es mi primer crítica en donde titulo el texto con el nombre de la peli en cuestión, pero lo cierto es que resulta difícil encontrar otro mejor. Porque Ciudad de Dios es excelente desde donde se la mire, es un producto redondo, potente, demoladoramente fresco; si bien que por otro lado es una obra extraña. Me explicaré.

Los "ojos" de la peli son los ojos de la ciudad, todo se mira desde esa óptica. Esto no es extraño, no es la primera vez que la temática de una obra esté focalizada en la marginalidad y la violencia. Lo extraño es el espíritu profundamente pícaro que asume la narración, allí donde debería ser crudo, desgarrado. O, por momentos, escenas de una visceralidad extrema nos son presentadas en forma sutil, es decir: la peli elige modos atípicos para expresar el contenido, y cada uno de ellos funciona a la perfección.

El guión está directamente fusionado con una falta de linealidad que vuelve caótica la obra, pero no desorganizada. Los modos de narración, a su vez, se entrezmeclan con un montaje multifacético calculado a más no poder. Y aún así no se pierde un gramo de esa chispa extraña que inunda la obra. Vale la pena destacar, de entre las numerosas formas narrativas, hasta un típico montaje de atracciones al mejor estilo soviético, como la escena en donde el pez más grande se come al chico mientras los chicos son perseguidos por mayores armados.

Ciudad de Dios lo observa todo desde los ojos condicionados de sus habitantes, no hay evaluación moral ni ética de lo que sucede. La escena del niño matando por placer es de una picardía imposible. Si bien que promediando la peli los tonos se vuelven más graves, acortando así, pero solo un poco, la distancia de la cámara con respecto a lo que filma.

Como si todo esto fuera poco, Ciudad de Dios no se queda en sus favelas, sino que las trasciende al volverse un documento medíatico. Nada es prescindible, ni los medios de comunicación ni las fuerzas públicas. Entonces, lo que supo ser un retrato vívido y amoral se vuelve de golpe en un alegato frontal con trascendencia social...

Una OBRA MAESTRA.
Juan Rúas
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