Prolija, prolijita esta película de von Trier en donde la estupidez resulta ser suspicaz y en donde la farsa acompaña al método dogma como elementos de un mismo envase: camuflar algo vendiendo otra cosa.

Desnudos, los hay, muchos. Verguenza ajena, cualquiera diría que un grupo interpretando a retrasados mentales provocaría este tipo de verguenza, pero el resultado es negativo porque Los idiotas centra el nudo de la cuestión en la falsa puesta en escena, como se gesta, que objetivo la motiva.
Existen elementos...transgresores, subversivos si arriesgamos un poco pero que se encuentran mostrados a tal distancia que no permiten la empatía con el espectador, no lo interpelan. Entonces bien, ahora sí queda claro que la camarita en mano puede estar muy en boga, que la temática puede revelar la hipocresía y disparar un sin fin de lecturas diversas pero es esa misma lejanía desde los hechos la que no permite trascender el visionado de Los idiotas: busca plantear el problema, pero no deja que te sumerjas en él. Y allí la peli titubea en ese supuesto, por momentos veráz, código de honestidad que representa. Porque nadie allí es idiota, bien se sabe...ni los actores, ni el guión, ni el espectador, ni el director, ni la camarita amena y rústica con sus primeros planos de un grupo astuto, sí, pero demasiado hermético en sus ambiguas actitudes.