Utilizando esos títulos delirantes para su películas, los hermanos Marx se asientan en su mayor virtud: la digresión narrativa en post de ocurrencias surrealistas que por momentos se tornan decididamente incomparables.
Resultan tan fuertes las escenas/secuencias en sí mismas que a nadie le importa si el eje narrativo se pierde ante tanta cháchara, y este es un factor a resaltar: las pelis de los Marx poseen un argumento guionado y planeado de principio a fin, argumento que no resiste un análisis detallado, puesto que comienzan a darse peripecias que cobran vida en tanto episodios independientes. Estos mismos episodios, en desmedro de la idea original, paradójicamente sostienen la narración y el espectador se deja llevar por esa corriente aparentemente inconexa que ya ha formado un organismo con vida propia.
Coloquemos en una balanza imaginaria Noche en la Ópera, Sopa de Ganso y esta peli: las tres se bifurcan en mini historias con una introducción, nudo y final. Será que ante el caos todo tiende a reorganizarse en mayor o menor medida, y los Marx fomentan su anarquía tan personal sin perder, paradójicamente, el estilo, el orden particular que los caracteriza.