Es un hecho que si de fantasmas chocarreros se habla, hacen falta una buena atmósfera y una casona vieja al uso para darle a la respectiva película el sabor adecuado. Al final...posee todos los ingredientes para sobresalir con luz propia, peroooooo...

Su historia precede al cine. Es cierto que las decisiones formales, la meticulosidad con la que son presentados los acontecimientos y su discresión final la han establecido como potencia del terror clásico, sin embargo no presenta mayores méritos que los cuentos de Edgar Allan Poe, o de Dickinson. Aquí una historia se repite, será tal vez porque Al final de la escalera simboliza ese juego de espejos que representa el arte, donde los temas nacen, mueren y renacen con otras formas. Centrémonos en los aspectos técnicos: la peli hace uso del boom paranormal de los setenta, algo que aún hoy sigue en pleno furor. Espiritismo, mediums, psicofonías y encuentros fantasmales junto a una historia cuidada y tomada en serio valen más que mil palabras. La peli tiene su solemnidad, sus tonos entre secos y afectados, pero nunca intenta ir más allá de lo que realmente puede ofrecer. Es una obra increíblemente lúcida dentro del contexto temporal en el que se desarrolla. No se pavonea como la estupenda El resplandor y tampoco se entrega a la estupidez como Arrástrame al infierno. Es un ejemplo a seguir, no lo dudo, pero Medak sabe que ha elaborado un pastel delicioso de digestión rápida.
No se trata de pelis, se trata del género al que representan. Género que me encanta, pero así como me encanta también debo afirmar que es de los más limitados del cine.