Haz click aquí para copiar la URL
España España · Badajoz
Voto de Orlok:
8
Musical. Drama Adaptación del famoso musical de Andrew Lloyd Webber, del mismo título. La trama gira en torno a una tribu de gatos -los Jellicles- durante la noche del año en que toman su más trascendente elección: la de decidir cuál de ellos renacerá en una nueva existencia. La producción teatral se representó ininterrumpidamente 21 años en el West End de Londres, mientras que en Broadway (Nueva York) se mantuvo 18 años en cartel.
30 de diciembre de 2019
26 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine nació, como los trucos de magia imposibles alumbrados entre carromatos y carpas de feria, de las manos hábiles y tramposas de prestidigitadores de luz y sombras chinescas. A lo largo de casi siglo y medio los espectadores hemos llegado a un acuerdo tácito con los que mueven las tramoyas al otro lado de la pantalla: estamos dispuestos a disimular que muchas veces nos percatamos del engaño y vemos los cables detrás del escenario a cambio de recibir altos niveles de entretenimiento y buen material del que, como decía Shakespeare, están hechos los sueños.
Por eso aceptamos que la luna pudo ser un ser antropomórfico de mirada lasciva (y, dicho sea de paso, bastante inquietante) al que un cohete le acertaba en pleno ojo cuando así nos lo contó Méliès en 1902. Imagen icónica de la historia del cine. Como quisimos maravillarnos con un mono sembrando el pánico desde lo alto del Empire State Building y con dinosaurios poblando una Prehistoria repleta de mujeres sesenteras con curvas de infarto, aceptamos pulpo como animal de compañía y no nos importó que King Kong y los velociraptors de Ray Harryhausen fueran muñecos animados fotograma a fotograma del tamaño de una maqueta.
El espectáculo tenía que continuar, y quisimos seguir soñando, así que aceptamos los hombres-lobo, las mujeres-pantera, los niños encogidos por cariño y hasta un planeta de humanos muy poco simios.
Por eso hoy resulta incomprensible que nos hayamos negado a aceptar el híbrido entre gatos y humanos que propone la adaptación cinematográfica de Cats de Andrew Lloyd Webber y que este sea uno de los principales argumentos aducidos para justificar la lapidación en plaza pública a la que está siendo sometida la película desde antes de su estreno.
Tom Hopper podría haber elegido filmar Cats como la fantasía de maquillaje gatuno y acrobacias en leotardos tal y como fue concebida y popularizada en el musical de 1981, pero esto ya se hizo en 1998. Tampoco ha querido optar por una animación de gatos hiperrealistas al estilo de El Rey León (2019), quizá siendo consciente de que así sacrificaría gran parte del encanto coreográfico y la expresividad humana de los felinos.
En su lugar, ha optado por rodearse de un elenco formado por figuras que ocupan la primera escena en el panorama cinematográfico (Ian McKellen, Judi Dench), musical (Taylor Swift) y del mundo de la danza (Francesca Hayward es nada menos que bailarina principal en el Royal Ballet en Covent Garden en Londres). No es, desde luego, un salto al vacío, aunque sea desde los tejados londinenses.
La propuesta es arriesgada, sí, como toda traslación de un musical de estas características a la pantalla grande, y la exportación del esquema argumental de una historia que trascurre en un escenario muy reducido y en un intervalo de tiempo tan corto como una sola noche conduce a que el ritmo de la película se resienta en algunos momentos.
Sin embargo, las escenas que han sido más vilipendiadas debido a algunos acabados finales poco afortunados no son más ridículas que los números musicales donde Tim Burton daba rienda suelta a su delirio pop-surrealista multiplicando exponencialmente por medios digitales al actor Deep Roy, el Oompa Loompa de Charlie y la fábrica de chocolate (2005).
Hooper ha sido muy consciente de la complejidad de su propuesta estética y ha sabido conjugar la poética de los primeros planos dramáticos, como ya hizo en Los miserables (2012), con las célebres canciones de Andrew Lloyd Webber, tomando como fondo los evocadores escenarios dickensianos de la noche callejera londinense.
El resultado podrá gustar más o menos pero no es, desde luego, proporcional al nivel de agresividad de las críticas recibidas, en las que se ha llegado hasta a acusar a la película de racista por “blanquear” al personaje de Francesca Hayward, actriz de origen keniata que interpreta a la gata blanca Victoria.
Para amantes incondicionales de los musicales, para quienes sepan pasar por alto las manos irremediablemente humanas de Ian Mckellen y Judi Dench y para quienes se emocionen con las vicisitudes de un grupo de gatos artistas que experimentan el sabor agridulce de los escenarios, donde un día el público y la crítica te reciben con palmas y aplausos y al siguiente decretan, inmisericordes, tu sentencia de muerte.
Orlok
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow