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Argentina Argentina · mendoza
Voto de nahuelzonda:
9
Romance. Drama. Comedia Jerome, un escritor de mediana edad, intenta conquistar durante sus vacaciones a una joven de 17 años que tiene novio. Instigado por una novelista, lleva adelante una operación de seducción que tiene mucho de afirmación personal. (FILMAFFINITY)
22 de octubre de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dijo Luis Buñuel que si se le permitiera, el cine sería el ojo de la libertad. Pero nos tranquilizó diciéndonos que podíamos dormir tranquilos, que la mirada del cine estaba dosificada por el conformismo del público y por los intereses comerciales de los productores. Pero que el día en que el ojo viera y nos permitiera ver, el mundo estallaría en llamas.

Hubo un periodo donde el cine vio, donde el cine-quimera nos brindó el privilegio de la visión: Las décadas del 60 y del 70. Fue el esplendor de asistir al nacimiento del cine como instrumento activo de la verdad poética, del lirismo furioso, combativo y descarnado. Fue la desesperación asumida. El cántaro se había desbordado: Florecieron las vanguardias, recrudeció el cine político y militante, el código de la censura norteamericana comenzó a relajar las mordazas, se flexibilizó el canon industrial del tanque hollywoodense y se resintieron las rancias letanías conservadoras; las cosas comenzaron a llamarse por su nombre: se dijo genocidio y racismo, descontento social y violencia institucionalizada. El sexo en todas sus variantes se plasmó en rutilante tecnicolor y los héroes se cansaron de serlo. No hubo final feliz. Ni tampoco principio.

El sueño del cine siempre había estado vedado y resguardado por los centinelas de la moral imperante, cancerberos reaccionarios que operaron siempre mediante la omisión, la modificación, el reagrupamiento de los materiales y la siempre efectiva prohibición. Los censores del sueño fílmico son y han sido siempre los causantes de la desfiguración. Pero en este período, el cine se volvió un juego peligroso para los estándares, un material inflamable de rigor expresivo y densidad ideológica. Comenzó una guerra de luz y de sombras que subvirtió la realidad material y la devolvió al mundo de los sueños prohibidos y los deseos ocultos. La fuerza impulsora de la época nos recondujo al sustrato de lo vivo, de lo embrionario, de lo primigenio, al origen de nuestra dinámica más profunda. El ansia visionaria de estos creadores fue como una tinta invisible que brotó del alma desnuda, un punto de fuga que apuntó hacia el infinito. Nunca más el cine nos bendijo con un periodo tan lúcido de estridencia y arrebato creativo. Ni antes ni después alcanzó esas cimas.
Es por eso que…urgente reivindicación para:

LA RODILLA DE CLARA

¿Por qué volver sobre ella?

Porque Éric Rohmer representa el paradigma del cine de la "no-acción" de la Nueva Ola francesa, cine profundamente evocador, difícilmente imitable, sólo Richard Linklater y su trilogía de Céline y Jesse pueden considerarse herederos dignos de su universo. Rhomer, certero cazador, encargado de atrapar silencios y repartir soliloquios entre monólogos maravillosos. La rodilla de Clara es un elogio de la palabra, catalogo exhaustivo del conversador incansable, un sentido homenaje a la diáfana retórica de agridulces amores de verano, casi como emprender un viaje a través de aquel jardín de las delicias donde todo se parecía a todo y nada era más importante que otra cosa: La vida como coyuntura de situaciones imperecederas e irrepetibles.
nahuelzonda
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