Haz click aquí para copiar la URL
México México · Guadalajara, Jalisco
Voto de Sergio Espinoza:
7
Serie de TV. Comedia Serie de TV (2005-2013). 9 temporadas. 188 episodios. Corrosivo retrato de los miembros de una empresa. Versión americana de una popular serie británica de la BBC del mismo título. (FILMAFFINITY)
2 de febrero de 2014
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he puesto a ver la adaptación para Estados Unidos de esa exqusita serie británica que aparentemente es, The Office, ese irónico e incisivo retrato del mundo laboral moderno, creada y estelarizada en la isla por Ricky Gervais. ¿Por qué no acudí a la obra original? Por simple comodidad. Mi cuenta de Netflix me permite ver la versión estadounidense ideada por Greg Daniels. Aclaro, para los puristas, que la obra original está en mi lista de pendientes.

Por lo pronto, The Office U.S.A. es un producto que me ha satisfecho en dos vertientes: me ha entretenido de manera por demás suficiente, y ha provocado no pocas carcajadas, estándar medio de toda serie cómica. Pero además ha despertado en mí cierta curiosidad intelectual, derivada de la valía que posee la serie como documento sociológico, a la par quizá, de su valor como comedia.

Su calidad en la primera vertiente se desprende, casi siempre, de sus ingeniosos guiones, escritos por Greg Daniels y un equipo entre quienes sobresalen Paul Lieberstein y B.J. Novak, asiduos actores de la serie, además. El argumento central se basa en el día a día de una oficina regional de una empresa papelera en el noreste de Estados Unidos. Filmada en formato de falso documental, donde sus actores están todo el tiempo rompiendo la cuarta pared, un recurso casi necesario para que funcione, The Office cuenta con los roles típicos de las empresas. Está la guapa aunque discreta recepcionista, el equipo de ventas, el departamento de contabilidad, el de recursos humanos, uno que otro auxiliar y el jefe, que es el pretexto motivacional de toda la obra. Porque este "pseudo" líder es un personaje fascinante. Es excéntrico, ególatra, torpe y decidido. Y ya conocemos el dicho: no hay nada peor que un pendejo con iniciativa.

No obstante, Michael Scott, magistralmente encarnado por Steve Carrell, es un hombre con ciertos principios y sentimientos. Por momentos muestra hasta candidez, y algún destello de calidad humana. En sus desavenencias con los subalternos se basan los entresijos de los guiones. Y hete aquí que The Office demuestra su buena estrella, en el dibujo fantástico de cada uno de sus personajes. Llenos de clichés en unos casos aunque fuertemente estructurados en lo general, algunos de ellos componen fuertes subtramas: Jim y Pam y su exasperante batalla por terminar juntos, Dwight y toda su complejidad psicológica, Oscar y su homosexualidad, la fragilidad emocinal de Jan, la jefa de corporativo, Ryan y la frivolidad a la que lo arroja su ascenso meteórico y así un largo etcétera.

Con todo, la serie pierde frescura a partir de la temporada seis; el romance de Jim y Pam deja de tener atractivo como arco dramático y el protagonismo comienza a recaer más y más en Steve Carrell y Rainn Wilson. Es con base en ellos que la trama encuentra sus mejores vericuetos y giros de tuerca, y acusa un estancamiento tan evidente que los ejecutivos recurren al añadido de personajes y la atracción de estrellas como Kathy Bates. Finalmente, Carrell abandona la serie en 2011 y las dos últimas temproradas de The Office apenas navegan a la deriva con Ed Helms a la cabeza.

Es, sin embargo, en el subtexto, que The Office ofrece la posibilidad de llegar a conclusiones interesantes. Veamos: el chacoteo y las peripecias de los oficinistas son a todas luces una sátira, pero la sátira expone la ruindad del sistema económico-laboral y social de los Estados Unidos, y quizá del mundo anglosajón en general. No sé si sea el hecho de pertenecer a una sociedad de origen latino, pero en todos mis trabajos siempre hice amigos y la camaradería era excepcional, estrés y conflictos aparte. En todo momento podías sentirte querido, a veces hasta reconocido.En Dunder Mifflin, la papelera expuesta en la serie, no existen las amistades, más allá de la relación entre Jim y Pam, basada en la atracción sexual. No hay vínculos emocionales formales, acaso empatía emocional con el público, jamás entre empleados, quienes se limitan a sobrellevar sus ocho horas de trabajo diarias, lidiar con la figura odiosa de su jefe y, en el caso de Jim y Dwight, hacerse la vida imposible entre ellos. De vez en cuando hacen "barbecues", o asisten a actividades extra-laborales, pero jamás hay el bullicio y la autenticidad de una reunión casual entre co-empleados de un país como México. Esto, más que una irreverencia, es el fiel reflejo de un conjunto de relaciones sociales a todas luces anómalas, reales, por desgracia, que configuran la experiencia vital de miles de trabajadores en la Unión Americana.

Otro botón de muestra: los trabajadores del almacén, por cierto también desplazados narrativamente a un papel meramente decorador, son casi siempre afroamericanos o asiáticos, o miembros de alguna minoría. Entre ellos se puede advertir un ambiente más relajado que el de sus compañeros de oficina, quizá pueda decirse que ellos sí construyen relaciones afectivas más firmes. Su líder, Darryll, es ascendido en la sexta temporada. A raíz de su promoción, el almacén es prácticamente borrado de la escena, pues Darryll es enviado a un cubículo, piso arriba. El subtexto nuevamente es demoledor: una vez que Darryll ya forma parte del mundo de traje y corbata, pierde toda conexión con sus otrora subordinados, a quienes aparentemente ya no recurre. Si Daniels y el equipo de guionistas son conscientes de estas vicisitudes y las han incluido en la trama con toda la intención de exhibir a los Estados Unidos, no lo sabemos, pero prefiero pensar que sí, pues en caso contrario, estaríamos ante una casualidad innegable aunque también lamentable.
Sergio Espinoza
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow