Empiezo a aburrirme de cierto cine español de aparente sencillez, retratos sociales de realidades cotidianas, de dramas, accidentes y demás sinsabores de la vida, puestos en largometraje con unos mínimos motivos argumentales, sin giros ni evoluciones, retratos nada más que lineales de los aconteceres de sus protagonistas.
Me ocurrió con "La Herida", que vi hace unos días, y me ocurre hoy con esta. Ambas películas, alabadas por cierto sector de la crítica autocomplaciente y condescendiente, adolecen en mi opinión de las mismas carencias. A saber, falta de profundidad, mayor complejidad, explicación de antecedentes, evolución del hilo argumental, sorpresas, empatía con los personajes, mayor riqueza en los personajes secundarios...
Una enfermedad o un accidente pueden ser un arranque como otro cualquiera, válido, para hilvanar una historia. Pero solamente acompañar con la cámara a su protagonista femenina en situaciones cotidianas, me parece muy insuficiente. Sobre todo cuando no se consigue que el espectador empatice o le importe lo que le ocurre. Y menos aún cuando aderezas ese devenir lastimero e insulso con unos secundarios que resultan todos irritantes y antipáticos.
Las emociones pueden retratarse con aparente sencillez, pero escondiendo una gran complejidad. Esa es la grandeza del buen cine de corte social, familiar, etc. Pero cuando sus actuantes se limitan a cumplir con clichés, a sobreactuar, a esperar que la empatía del espectador aparezca de forma gratuita, entonces resulta que la historia mínima que te están contando, de mínima se convierte en insignificante. Vamos, que te da igual.
El país galo es excelente haciendo esta clase de cine. De emociones contenidas, de miradas, de dialogos alrededor de una mesa, de esos que te revuelven por dentro, te emocionan, te involucran. Desgraciadamente esto no pasa en esta cinta. Falta madurez, hondura emocional, mucha. No es fácil hacerlo, de ahí que los resultados muchas veces se queden en meras postales de un instante. Olvidables rápidamente.