Murphy fantasea con un "if" muy goloso: qué hubiera sucedido de haberse podido hacer películas en los años 40, momento dorado de Hollywood, con protagonistas de minorías étnicas y temática abiertamente gay.
El bueno de Ryan se hace trampas al solitario al ser escrupuloso en reflejar una época muy reconocible de la meca del cine, de largo la ambientación es lo mejor de la serie, y darle un tono épico por la dureza de los inicios de gente de todo el país buscando ser alguien en la ciudad angelina. Para de pronto, huir de la fidelidad en lo ocurrido para fantasear con un mundo feliz, donde todo diferente a los cánones tiene un trozo de la tarta del pastel... nada más lejos de la realidad con el Código Hays en pleno funcionamiento.
Hay un elenco de actores muy estimable, y además muchos de ellos abiertamente gays en sus vidas personales. Destaco a Sheldon Parsons en un papel de malo que deriva en bizcochón, un Dylan McDermott maduro con una pose a lo Clark Gable en la que se siente comodísimo, y al desconocido actor teatral Joe Mantello que en mi opinión tiene el mejor personaje, el más creíble y consecuente de toda la cinta. Lo borda.
Demasiado fantasiosa y con subtramas algo tontorronas, especialmente las heterosexuales, se deja ver al principio, en sus capítulos centrales mejora, y termina desfondada por el exceso de azúcar idealista que propone Murray.
Nota: 6,15/10.