La filmografía de Woody Allen en 1988, rondaba el ecuador de su producción. A un lado primeros guiones, personajes, dirección, al otro, la evolución de su obra en constante progreso. Su inquietud creativa cinematográfica iniciada con el guión, ha evolucionado de tal forma que el hijo de Brooklyn está en estado efervescente y burbujeante a día de hoy. En el drama Otra mujer (1988) Marion (Gena Rowlands) es una mujer felizmente realizada, al parecer todo le va bien. Ken (Ian Holm) es su aparente marido fiel, sosegado y receptivo, soporte y confesor de los vaivenes emocionales de Marion, y padre de Laura (Martha Plimpton) hija de su anterior matrimonio.

Cansada de los ruidos que se generan en su entorno personal Marion se traslada a un apartamento para aislarse en lo que pueda para darle forma y estructura al libro que pretende escribir. No puede evitar oír las voces que se filtran por el respiradero de un bufete contiguo, sin quererlo escucha las conversaciones que se generan, acrecentando su interés por la sufrida e inestable conversación entre el Psiquiatra (Michael Kirby) y sus pacientes, entre los cuales Hope (Mia Farrow) es una voz temblorosa, insegura, desorientada, angustiada despertando su curiosidad por conocer a la atormentada propietaria de la voz acabada de oír.

La indeseada curiosidad imantada producida por el azar, coloca a Marion frente al azar que indolente se cruzará en su camino para dar respuesta a la creciente incógnita sobre ella misma y sobre su matrimonio, creando un mundo paralelo de emociones. Algo se rompe en su interior, surgen las dudas, se enfrenta al problema de la búsqueda, de la soledad. Las tensiones emocionales no resueltas le van emergiendo a su paso envueltas con profundo toque bergmaniano aumentado con la amistad finalmente conseguida de Hope y la revelación de un sueño centrando todo el problema de Hope y el ‘autoengaño’.

Allen utiliza de nuevo el drama intimista (Septiembre, Interiores) para poner en escena, los complejos mundos de sus socialmente acomodados personajes: Lydia (Blythe Danner) aporta al drama el engaño sentimental de la amiga con su marido. Larry (Gene Hackman) aporta los deseos de conquista no resueltos con Marion. Claire (Sandy Dennis) es la amiga resentida rencorosa amiga de instituto con un pasado emocional cerrado por error. Sam (Philip Bosco) es el marido que pudo ser, al que Marion le negó maternidad. Kathy (Betty Buckley) es la ex de Kent, resentida, y provocadora muestra su despecho por la separación vivida. Paul (Harris Yulin) es el débil y mantenido hermano de nuestra protagonista. El Padre de Marion (John Houseman) es la representación del pasado y la conciencia viva que genera dudas en las relaciones entre hermanos.

Marion vive la vacuidad le rodea, los conocidos le generan dudas, sorpresas, aceptaciones o rechazos: su propio pasado, sus recuerdos les genera pesadumbre, la toma de decisiones maternales y afectivas, se convierten en un incomodo peso del que poco a poco se libera al pausado ritmo de las fragancias que desprenden los frescos acordes de las Gymnopédies relativizando la cascada de acontecimientos emocionales experimentados, propios y ajenos. Su filosofía no le salva de la fragilidad pero sí de las diferentes capas emocionales vividas para concluir en íntimo diálogo con su propio pensamiento: “¿Un recuerdo es algo que se tiene o algo que se aprecia?... ¡Por primera vez en mucho tiempo, me sentí en paz!”.