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España España · barcelona
Voto de avanti:
7
Comedia Comienzos del siglo XX. Tres parejas se reúnen para pasar un fin de semana en el campo: un inventor que ha creado una `bola para atrapar espíritus` y su mujer, que tiene problemas sexuales; un racionalista y pomposo profesor de filosofía y su prometida, mucho más joven que él, y un médico, mujeriego compulsivo, y su última conquista. El ambiente idílico propicia la confusión emocional de los personajes. (FILMAFFINITY)
29 de junio de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un renovado Woody Allen nos ofrece en este metraje la imagen de la transformación y del desapego entre guiones. Si en Recuerdos (1980) su anterior trabajo al que nos ocupa, veíamos un oscuro y en exceso introspectivo y huidizo personaje; en La comedia sexual de una noche de verano (1982) recuperamos al Allen comediante, aunque aligerado en gran parte de sus naturales recursos del chiste y de los gags de sus primeras películas. La acción nos situa en el bosque acompañados por el excéntrico agente de finanzas y inventor Andrew (Woody Allen) y su esposa Adrian (Marie Steenburgen), el libidinoso médico Maxwell (Tony Roberts) y la sensual enfermera Dulcy (Julie Hagerty), el pragmático filósofo Leopoldo (José Ferrer) primo de Adrian, y su pretendiente Ariel (Mia Farrow) de la que no se conoce oficio. Tres parejas, seis personajes, una casa de campo y veraniegas vacaciones con boda donde fluyen las energías entre los comensales, los invitados y sus noctámbulos espíritus visibles solo a la luz de la bola espectral para entrar en el mundo invisible: un atrapa espíritus, otro invento más de Andrew.

"El primo de la mujer de mi mejor amigo se casa", argumento con el que el doctor convence a la enfermera Dulcy (gran equilibrista sobre la hamaca) para pasar un esplendoroso fin de semana en una casa de campo donde los comensales Andrew y Adrian están preocupados debido al largo periodo de inapetencia sexual...algo entre ellos no funciona, secreto que quizás pueda solucionar la bola espectral...Woody Allen sonoriza las veraniegas panorámicas reflejadas en nuestras retinas, con las románticas melodías de Mendelssohn cual mariposas revoloteando para evitar ser cazadas por las redes del, por el momento, atemperado Maxwell, coleccionista además de compulsivas experiencias amorosas.

El juego del amor desparrama sus energías sobre nuestros seis protagonistas que entre preciosas melodías, delicados lieder del romántico Schubert, algo de música sacra, y nerviosas confesiones entre las agitadas sombras olorosas de veraniegas fragancias nocturnas, se produce el encantamiento en el bosque, donde, en ciertas noches de verano se pueden ver revolotear armoniosas e incandescentes energías pertenecientes a algún inconfesable pasado que se muestran entre la frondosa arboleda, espíritus poco reconocibles pero sospechosamente familiares...para alguno de los invitados; la bola atrapa espíritus parece que funciona...

La noche provoca encuentros a la sombra de su manto con fallidos desencuentros: Maxwell confiesa a Andrew su amor por Ariel. Leopoldo propone a Dulcy un ratito de solitud acompañada, con resultado imprevisto. Todos los protagonistas flirtean produciéndose fracasos y encuentros, se excusan ante sus parejas, se inventan situaciones para cubrir los fracasos de sus fallidas citas, derivando todo en forma de emergentes ectoplasmas del pasado reciente. La bola espectral se pone en marcha, estalla, una incandescente luz espectral emerge flotando de su interior que se unirá a las amorosas y animadas energías del bosque al son del alegre y agitado ritmo del 'finale' de la jocosa comedia que en un tiempo lejano escribiera un tal William Shakespeare.

Para llegar a los resultados de esta veraniega película no podemos olvidarnos de algunos nombres clave en el habitual grupo de trabajo con el que Woody Allen redondea sus resultados: la fotografía de Gordon Willis, la interesante complejidad del casting de Juliet Taylor, el cuidadísimo trabajo de vestuario de Santo Locuasto y la incondicional producción de Charles H. Joffe y de Jack Rollins, entre otros interesantes nombres que amplían el grupo de incondicionales en las creaciones que nuestro neoyorquino director ofrece con certera periodicidad al cine.
avanti
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