La película merece una oportunidad, aunque sólo sea por el empeño, el riesgo y el valor que ha puesto Achero Mañas en ella. Escrita, dirigida y co-producida por el inquieto creador de “El Bola”, nos sitúa ante un tema universal y perenne: la difícil barrera entre educación y amor entre padres e hijos, en este caso, un padre joven y una niña pequeña, de apenas 4 años.

La película pierde mucho si se sabe el argumento de antemano, por lo que conviene verla con la menor información posible. Incluso el tráiler me parece que enseña demasiado. Simplemente hay que saber que se trata de la educación de un padre y su hija.

Es una película arriesgada, valiente, complicada y difícil porque traspasa los límites de lo socialmente aceptado y porque no es de fácil comprensión. Comprendo a los que la critican, pero yo creo que no hace una defensa de una manera de educar, sino que se limita a exponer el caso de un padre (Achero ha dicho en numerosas entrevistas que ha conocido casos similares). Tampoco creo que se quiera reemplazar ninguna figura sino que un padre, perdido en su relación paterno-filial, intenta complacer a su hija, consciente de que quizá no le ha dedicado todo el tiempo y el afecto hasta ahora.

Personalmente me parece que es una manera muy equivocada de enfocar el problema porque no todo vale en la educación. De hecho, como se ve en el film, puede llegar a ser bastante perjudicial, y la postura del director pienso que es la de que no hay nada mejor para la formación de los hijos que un padre y una madre. Pero se trata de exponer un caso atípico.

Quizá se excede Achero en su excesiva carga ideológica, que hubiera ganado utilizando la herramienta de la sutileza o la sugerencia (el colegio de monjas, la rabia homofóbica). Y es cierto que la subtrama de Najwa Nimri aporta bastante poco. Tampoco parece que Juan Diego Botto toque en todo momento la tecla adecuada de su personaje, aunque su esfuerzo es loable.

Achero Mañas ha elegido una película bastante arriesgada, cosa que últimamente se ve poco en el cine español (y más teniendo en cuenta que vuelve tras ocho años, después de “Noviembre”). No es una película redonda, pero, aunque sólo sea por su atrevimiento, merece una oportunidad.

No gustará a quienes vean en la conducta del padre una cesión imperdonable, o a los que directamente les parezca irreal. Cosas más raras se han visto. Lo que está claro es que no dejará a nadie indiferente.

Lo mejor de la película: José Luís Gómez y la niña (Lucía Fernández).