Un plantel de actores excelente, un guión lineal pero imbricado que va atrapando a los malhechores, mientras desmadeja las historias, algo de maniqueísmo a la hora de confeccionar los personajes, pero mucha diversión y maestría para desarrollar la tensión al estilo Hitchckock, gran profesionalidad a lo hora de recrear escenarios y el estilo de vida de la época, incluso el pensamiento con respecto al tema principal de la película, el de la Ley Seca. Brian de Palma consigue hacer una más que digna película de mafia, sin demasiada sangre, sin afianzar el heroísmo de los personajes (simples servidores públicos aunque con demasiado buen corazón al arriesgar tanto sus vidas). La película consigue también desarrollar una auténtica biopsia de la corrupción y las balanza del poder, para entender la situación de vulnerabilidad de la ley en todos sus estamentos. El filme deja también algunas escenas magníficas desde la primera con Al Capone rodeado de periodistas mientras se afeita, hasta la del bebé rodando por las escaleras, copia homenaje al acorazado Potemkin pero que aquí alcanza mayor grado de tensión si cabe. Muy buen acompañamiento musical también de Ennio Morricone. Con gran agilidad narrativa, en realidad la película no descubre nada nuevo y está rodado como si se tratase de un western sobre el mundo del hampa. La dirección de Brian de Palma (¿Qué le ocurrió después a este director?) tiene gran parte de culpa en el mérito de la película: su talento en el manejo de la cámara así como su inconfundible estilo está muy bien aprovechado durante todo el filme y los encuadres y travellings son empleados de manera perfecta en la acción.