Después de ver el documental, es la idea con la que me quedo.

Si quitamos la constante en los programas de Iker Jimenez, el intentar dejar abiertos, temas que están cerrados; nos quedamos con un documental impresionante; que nos hace reflexionar sobre el instinto primitivo del hombre, de explotar un recurso, y arriesgar más allá de lo que domina, sin haber conseguido hacer a priori, una valoración ignorancia-consecuencias justa; justa para los involucrados en la decisión, y hablando en términos de una crítica a un desastre nuclear, como el acontecido a las orillas de Pripyat, justa para la Humanidad.

Una consecuencia, probable e inmediata, asociada a la acción de cruzar la bien definida línea entre la certeza, y el desconocimiento, abogando a la fe, a la esperanza, aun no estando seguros de que todo vaya a salir bien, pudiera ser la noche del 26 de abril del 86.


En mi opinión, aun no debiendo interesar a nadie, el mérito del documental, es precisamente ese; no quedarse dentro del círculo, contando con detalle los acontecimientos de esa catástrofe, si no apelar a el gran error que comete el hombre cada vez que arriesga, teniendo como damnificada a la evolución humana, y hacer a los espectadores reflexionar; reflexionar sobre la involución a la que estamos siendo sometidos; eclipsados, por un montón de televisiones, y demás instrumentos tecnológicos, tan absurdos, que nos hacen creer que estamos cruzando el puente de la super-evolución.

Mal jugador quien elige de rival a la naturaleza.