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España España · Barcelona
Voto de polvidal:
4
Comedia. Drama. Thriller En 1937, en plena guerra civil, tropas republicanas irrumpen en un circo, durante el espectáculo, con el objetivo de reclutar a sus empleados para luchar contra las tropas nacionales. Mucho tiempo después, en los últimos años del franquismo, dos payasos (Carlos Areces y Antonio de la Torre) luchan por el amor de una atractiva trapecista (Carolina Bang). (FILMAFFINITY)
15 de diciembre de 2010
14 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Álex de la Iglesia, el carismático presidente de la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de España, el hombre que consiguió revitalizar esas infumables galas de los Goya, resulta que también es director de cine, por si algunos lo habían olvidado. Para los pocos desafortunados que hayan perdido la memoria, el bilbaíno ha vuelto a la carga con un producto que reúne y lleva al extremo sus virtudes y defectos. Jamás su factura técnica había sido tan impecable pero jamás ninguna de sus historias había alcanzado el delirio en el que desemboca esta Balada triste de trompeta.

Que Tarantino se descojonara con esta película en la última Mostra de Venecia no significa nada. Ahí están Death proof y otras locuras sin sentido que el director de Tennessee ha producido para demostrarnos que no todo lo que concibe está al mismo nivel de Kill Bill. Para De la Iglesia, sin embargo, ha sido el mejor regalo que le pudo caer en la ciudad de los canales, junto al León de Plata como mejor director y el premio Osella al mejor guión. La gran cantidad de pasta invertida en la promoción de la película no alcanza un halago de Tarantino.

Arranca esta Balada triste de trompeta con una puesta en escena absorbente, de lo más cautivadora, desde los segundos iniciales con las instituciones financiadoras hasta los títulos de crédito de más adelante. Ese bombardeo de imágenes sugería un tratamiento jamás visto sobre los fascismos. Nada que ver con lo que vendría a continuación, aunque la mejor escena del filme se encuentre minutos después, cuando el personaje de Antonio de la Torre, el alter ego de un payaso triste, nos descubre la atmósfera de terror y sometimiento que ha impuesto en una compañía de circo.

Es en ese momento cuando la película alcanza su clímax y parece que estemos embarcados en un proyecto audiovisual sin precedentes en la historia de nuestro cine, en algo surrealista pero plagado de ingenio. La mezcla de comedia, acción y terror, por el momento equilibrada, se muestra en el mejor escaparate posible, una fotografía oscura y siniestra con planos de riesgo. Pero como suele ocurrirle a De la Iglesia, termina convirtiendo una buena premisa, un excelente planteamiento, en un despropósito donde lo único que rige es el caos. Balada triste de trompeta se convierte de repente en un cúmulo de gags, sketches, o como prefieran llamarlo, en busca de la risa más fácil. Los guiños, los cameos, las parodias, se van sucediendo.

Pensándolo bien, no es de extrañar que Tarantino se partiera de la risa con Balada triste de trompeta. Sólo un chalado osaría imitarlo, porque evidentemente De la Iglesia lo imita, sin contar con los elementos que hacen de sus disparates un material de lo más serio. Sin las parrafadas dialécticas que desbordan talento, sin una cuidada selección musical y sin un montaje arreglado pero informal cualquier intento de alcanzar al director más loco del cine actual es un mero chiste, una chirigota sin sustancia.
polvidal
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