Clint Eastwood utiliza un lenguaje cinematográfico algo enrevesado para una historia personal compleja y que se supone tiene muchos secretos, personales y de estado. La continua aparición de nuevos personajes que no quedan definidos hace que el espectador en algunos momentos se sienta confuso y vaya abandonando la idea de entrar en la trama personal y política. Pero Clint Eastwood es muy listo y sabe en que momento utilizar un efecto para que el espectador vuelva a tener interés, muy especialmente si el espectador es espectadora, que suelen ser la mayoría de los que siguen sus películas, y porque no, del cine en general. Toca la fibra sensible, alguna lagrimita, en este caso la madre del protagonista, y a continuar con la película. Como actor que fue, y muy bueno, Clint Eastwood sabe elegir a los mejores actores para sus papeles principales, y sabe que con ello tiene una gran baza para el éxito. Aquí, Leonardo DiCaprio realiza una gran interpretación con gran cantidad de registros y matices según las circunstancias y la edad que figuran en su papel. La música, al parecer del propio Clint Eastwood se limita a sonar y al menos tiene la decencia de no colocarse por encima de la historia, aunque tampoco me parece ni siquiera buena. Las teclas del piano son algo muy socorrido para subrayar momentos dramáticos y eso está muy visto. Y por último, me parece muy deshonesto por parte del director, que tratándose de una película que va contando lo que J. Edgar hizo en el F.B.I mediante retazos y flas backs, se guarde para el final el diálogo entre J. Edgar y Clyde Tolson. Como espectador me he sentido engañado.