Esta película se sale de las que normalmente se hacen siguiendo el tema de la homosexualidad, ya que se centra en el problema que tiene el protagonista y trata de que el espectador llegue a entenderle siguiendo un lenguaje eminentemente visual y cinematográfico. Es verdad que la cara del protagonista ayuda a quererle y a entenderle. El mayor problema para muchos homosexuales no se produce cuando descubren su carácter, sino cuando piensan en lo que pensará la gente cuando lo descubra. Y una vez que los demás conocen de su homosexualidad llegar a aceptarse y aceptar que unos lo despreciarán y otros seguirán queriéndolo. Todo esto está muy bien narrado, utilizando muchos y bien elaborados primeros planos que son absolutamente significativos. Para nada trata de dramatizar la situación más de lo que es convirtiéndola en lacrimógena, a pesar de las ganas de llorar del protagonista. Por otra parte, esta película se aleja mucho de las tantas películas norteamericanas que insisten en los cuerpos más que en los caras de sus protagonistas, pero eso tiene una justificación además de vender: para sacar el rostro de los protagonistas es necesario trabajar con auténticos actores y en el cine al uso norteamericano estos no se prodigan, más bien parecen todos llegados del cine porno gay.