Yo pensaba que las películas más “mariquitas” eran las de Sara Montiel hasta que he visto esta. Todas ellas, las de la insigne manchega (no me refiero a Almodóvar) y esta, tienen en común esa premisa de que es más excitante sugerir que mostrar. Pues no, en realidad se trata de saber mostrar y eso en el cine es fundamental. También es importante en el cine no abusar en la repetición de los elementos y aquí hay demasiados velos. Cierto es, también, que la técnica en el cine nos da muchísimas más oportunidades hoy día de tratar físicamente una película; me refiero al color, desenfoques, claroscuros y el sonido. Ahí es donde para mi tiene el gran valor esta película. Y por supuesto, atreverse a realizarla y exponerla en unos tiempos en que los armarios tenían las puertas bien cerradas y para nada existía el orgullo gay, al menos en público, y eso si es de valorar.