Estos biopics parecen tribulaciones conspiranoicas producto de la memez de productores oportunistas, cuyo único interés es trincarse el Oscar de turno y salir por peteneras.

Léase: escoja a un personaje político, a ser posible anglosajón, de cierto calado social y después ponga a en su rol a una actriz o actor consagrados, vierta toneladas de maquillaje y látex, contrate a un mono de esos que se escapan de vez en cuando de Gibraltar y dígale que escriba el guión.

Eso es lo que tenemos en "La Dama de Hierro", un auténtico panfleto maniqueo, pueril y cínico de una figura, que si bien fue absolutamente fundamental para el Reino Unido y la época que le tocó vivir, ello no implica que la señora de marras fuera una especie de "Boudica" icena dispuesta a todo por salvar a su país ya fuera del comunismo, de los argentinos, el IRA o cualquier enemigo que no hablara inglés o se sentara a tomar el té de las 5.

Mi padre que estaba obsesionado con que sus hijos aprendiéramos inglés, nos torturaba poniendo los discursos de ésta señora a las siete de la mañana. Y a fe que aprendimos inglés con la bruja, y en base a aquellos recuerdos, (hoy testimonios vivos en youtube) de sus discursos y avatares en Wemsnister, fundamento mi opinión sobre éste supuesto biopic.

Es un telefilme autocomplaciente, que desdibuja la realidad de un ser a todas luces impresionante por sus luces y sombras: no era atractiva, no era amable, su trato resultaba osco y su soberbia demostraban que la señora tenía pelotas. Todo esto no aparece en el filme y te muestran una especie de ama de casa imposible, una política ruda pero idealista, (es decir, todo lo contrario de lo que fue Thatcher) con un marido perfecto, (Jim Broadbent lo está, es lo mejor de la película con creces) una vida idílica y una mujer de valores y principios cuasi celestiales. Cuando la realidad, (y e ahí la grandeza de esa vieja bruja) es que Maggie fue una auténtica loba capaz de descuartizar a cualquiera que intentara hacerle sombra, una mujer de clase obrera, de uno de los condados más nacionalistas de la Inglaterra profunda, (Linchonshire) que trepó socialmente, (no sin méritos, pues estaba licenciada en Químicas, Derecho y Filosofía, ahí es nada) gracias a su matrimonio con Dennis Thatcher y de ahí al delirio ego-maníaco.

Esa fue Thatcher, pero no todo fue malo en ella: transformó su país para bien o para mal, lo volvió a poner en el mapa del mundo y le plantó cara a los alemanes, franceses, argentinos y soviéticos sin ningún miramiento. Claro, que no era de extrañar, que con la misma frialdad con la que masacró a 300 argentinos con el hundimiento del Belgrano, luego se cebó a palos con su propio pueblo: los piquetes mineros.
A los españoles nos despreciaba y nos admiraba con una pasión e ignorancia estereotipada insólitas. Pero si hay algo que hay que destacar de la cinta y que sí que fue cierto, es que Maggie fue la inglesa que mejor encarnó el espíritu inglés por antonomasia: ladino, orgulloso rozando la soberbia.

Y aunque al final en muchas de sus ideas y advertencias acertó de pleno, (fracaso de la U.E., los nacionalismos resultantes de esa unión ficticia, la dictadura económica alemana y la inoperancia de una Europa burocrática incapaz de hacer valer su voz en el mundo) su figura se desmoronó como cuando en 1982 tuvo que ceder ante China, Hong Kong y se calló por las escaleras tras la fatídica reunión, (evento disponible en youtube) y orgullo británico hundido, o su soberbia traicionada y asesinada por su propio partido.

Esa fue Margaret Thatcher, una mujer que logró alcanzar el poder en un país profundamente machista. Ese fue su gran logro, el resto lo padecimos con su mirada inquisitorial y sus discursos de maestra malvada psicópata.

Lo demás, la película es un cuento de hadas sobre un ser oscuro pero a la vez tremendamente sorprendente. Que poco o nada tiene que ver con la realidad. Es un producto que ni los propios británicos se tragan, aun siendo profundamente tories.