Decididamente nunca he sabido elegir a mis amigos ni a mis novias. Cada vez que se proponían darme el gusto de llevarme al cine, acabábamos viendo mierda como ésta.

He de reconocer que soy un intolerante a la lactosa fílmica. Esa que se pega a las retinas y a las paredes intestinales provocando hernia de hiato o el Síndrome de Crön: imposible aguantar las flatulencias mientras ves el bodrio.

Si en el mismo momento de rodar la película, reventara todo el reparto, (al igual que el Congreso de los Diputados) se acabaría con el cáncer y el hambre en el mundo. La simple existencia de ésta clase de productos, refleja cuan superficial, falsa y ególatra es nuestra sociedad. Hasta el punto que hay gente que se "emociona" viendo ésta mierda. Lo peor de todo, es que viene a refrendar una serie de valores castizos y casposos al cual más putativo: el espíritu navideño como "académica palánca" (pobre Unamuno...) para amores frustrados, reconciliaciones y cuernos varios. Esa clase de moralidad yanqui, bajo sonrisa profident: no importa cuanto me la chupes el día del año, que la hora siguiente ya te estaré poniendo los cuernos con otro/a. Supongo que las parejas cuando quieren buscar algún tipo de reconciliación, se someten a una lobotomización viendo panfletos ultraconservadores y consumistas como los que jiña el inefable Garry Marshall.