-Trato de contemplar el frío crisol que se abre ante mi, es el abismo sobre el cual, henos aquí -¿cuán arduo ha sido nuestro batallar, la ira de los imperios, el dolor de los desheredados, el hambre, lujuria de amar?

Todo éste estéril páramo -destos recusatio(s)- y baldíos llantos que mueren y marchitan cual río a la mar... Es la muerte... ¿No la ves? Y sucede cada momento, oda a la ténebre personalidad del amor: cuando amamos, fidedigna y sonrojadamente, morimos un poquito. Contemplar al insólito en altar de los sueños, el despertar de tu infancia, el crepitar de tu desnudez y el morir de tu ilusión...
...Alegro ejecutar el vació que anegaba la desidia... No ave, mas depredador, ansiaba depredar tu piel, tu pelo, tu sonrisa, tu aliento... Erigirte ante mí, rostro a rostro, piel a piel, diente a diente... Ese era mi anhelo, ora libre, ora candor cuando el mismo impertérrito diábolo, mórbido y extasiado... ni si quiera era capaz de alzar el borde de sus centelleantes velos, para vislumbrar al ente más estoico y osado capaz de congelar la llama del mismo infierno... mientras el mundo se derrumba: mas seré capaz de levitar la fugaz caricia en ti, arrebatar el abismo, hundir mis entrañas y sorber cualesquiera que sean tus deseos, tus odios, filias y parafilias... Eres mía, tú, la muerte, la que me hace sobrevivir para vivir, y -a la que después de todo- deseo más que a la vida misma-

Esto y mucho más, es “Nu”: indispensable, criptica y aterradoramente sensible...