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Voto de Benjamín Reyes:
1
Aventuras. Drama Judah Ben-Hur (Jack Huston) es un príncipe falsamente acusado de traición por su hermano adoptivo Messala (Toby Kebbell), un oficial del ejército romano. Desposeído de su título y separado de su familia y de la mujer que ama (Nazanin Boniadi), Judah es condenado a la esclavitud en las galeras. Después de varios años, Judah regresa a su tierra natal en busca de venganza, pero encontrará su propia redención. (FILMAFFINITY)
18 de noviembre de 2016
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primero los antecedentes. En 1880 el general Lew Wallace escribió la novela “Ben-Hur”. Apenas una década después se estrenó una adaptación teatral. Fue en 1907 cuando se rodó para el cine un cortometraje de quince minutos en plena época del cine mudo. En 1925 se filmó el primer largometraje, con Ramón Navarro, una de las estrellas del momento. Tendría que llegar 1959 para que William Wyler (que había participado en la versión de 1925) dirigiera esa obra maestra que se hizo acreedora de once eunucos dorados y que contiene una de las mejores escenas de la historia del cine: la mítica carrera de cuadrigas, dirigida por Andrew Morton con la inestimable ayuda de Yakima Canutt, e, incluso de un joven Sergio Leone.
Nada bueno se presagiaba cuando se anunció una nueva versión de este clásico para el 2016. La elección de Timur Bekmambetov, artífice de las olvidables “Abraham Lincoln: cazador de vampiros” y “Se busca”, terminó por confirmar los peores temores. Solo reseñar que para las escenas de acción Bekmambetov encontró inspiración visual en YouTube. Una grabación de seguridad de un accidente de una guagua que tuvo lugar en la vida real en Corea del Sur ayudó al equipo técnico a crear una colisión convincente entre el barco griego y la galera romana. Asimismo, las grabaciones de la NASCAR ayudaron a Bekmambetov a marcar el ritmo, la rapidez y la intensidad de la carrera de cuadrigas. Ahí queda eso.
El resultado de esta nueva versión cinematográfica no puede ser más chapucero, sobre todo, teniendo en cuenta que emplea los mismos ingredientes que su predecesora de la década de los 50. Los aspectos emotivos de la película, la contraposición de venganza y perdón, quedan reducidos a añicos. A unos diálogos insustanciales se unen unas interpretaciones olvidables (no se salva de la quema ni Morgan Freeman). La banda sonora de Marco Beltrami cumple el expediente, pero no alcanza las cotas de excelencia de la partitura de Miklós Rósza. Y a los 94 minutos comienza la carrera de cuadrigas, que aunque no llega a la altura de la que protagonizaron Charlton Heston y Stephen Boyd, es lo único que merece la pena ser visto de este mediocre filme.
Con este innecesario remake se pone de relieve una de las grandes falacias de la sociedad contemporánea, que determina que lo nuevo es mejor que lo anterior solo por la novedad. No es una cuestión de nostalgia sino de valía cinematográfica. En este caso en concreto, la cosecha gran reserva de 1959 es infinitamente mejor que la del vino joven de 2016. Con su permiso, me voy a ver por enésima vez la versión de “Ben-Hur” de 1959.
Benjamín Reyes
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