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España España · Molina de Segura
Voto de Lizzypride:
9
Musical. Romance. Comedia Versión cinematográfica del mito de Pigmalión, inspirada en la obra teatral homónima del escritor irlandés G.B. Shaw (1856-1950). En una lluviosa noche de 1912, el excéntrico y snob lingüista Henry Higgins conoce a Eliza Doolittle, una harapienta y ordinaria vendedora de violetas. El vulgar lenguaje de la florista despierta tanto su interés que hace una arriesgada apuesta con su amigo el coronel Pickering: se compromete a enseñarle a ... [+]
23 de julio de 2019
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
En estos momentos en que recobra fuerza el movimiento feminista, se me ocurrió volver a ver, después de casi una década, esta película que muchos encontrarán retrógrada, misógina y clasista. Quería compartirla con mi hija, como todo lo que me ha hecho vibrar, y ha sido una gran experiencia. Y es que el cine, como todo el arte en general, tiene la capacidad de emocionarnos, pero también de hacernos reflexionar. Es imposible no amar esta película, aunque por falta de profundizar te repelan sus argumentos, porque es belleza en su luz, en los cuadros que dibujan sus decorados y, sobre todo, en la mezcla de palabra y música. Hay acordes y escenas que te llenan los ojos de lágrimas de pura felicidad. Sólo por experimentar eso, debería verse de vez en cuando.
Pero además reflexiona sobre temas tan actuales como las diferencias entre sexos, las diferencias entre clases sociales y el valor del dinero. Es una película de los años sesenta que habla sobre estas relaciones sociales en el contexto de principios del siglo veinte. Sin embargo, no es una excusa para justificarla, pero sí para contextualizarla, en un momento en el que el único destino posible de una mujer, en función de su clase, era el matrimonio, la docencia o el comercio. Ahora que se enfrentan "micromachistas" y "feminazis", es bueno ver cómo siempre hubieron mujeres que aspiraron a más y que sus luchas, a veces encubiertas, nos han permitido llegar donde estamos. Pero, y ahí está el quid, las relaciones hombre y mujer se basan en diferencias fascinantes y en una necesidad afectiva, que no es sometimiento, porque se da en ambos sentidos. Y esa dependencia no es abuso, sino amor. Así entiendo yo la curiosa última escena.
Y luego está el tema de la diferencias sociales. La película es una adaptación de la obra Pigmalión. El protagonista, el profesor Higgings, defiende que lo que distingue a una florista callejera de una aristócrata es el uso del lenguaje. Pero Eliza lo corrige y en un momento sostiene que la diferencia es cómo son tratadas. El filósofo chino Confuncio afirmó que "donde hay educación, no hay distinción de clases", y es cierto que la universalización de la educación nos ha igualado, pero también, que la posición social tiende a heredarse, porque la admiración con quien alguien es mirado desde su infancia da una seguridad de la que carece el que tiene que hacerse un hueco.
Pues de todo esto habla My Fair Lady, y lo hace con unos diálogos, muchas veces cantados, llenos de ironía y crítica, ya que no deja de ser una declaración de amor a la lengua inglesa. Pero como buena obra cinematográfica, también se vale de unos actores que nos transmiten todos esos matices. Rex Harrison fue premiado con el Óscar, pero Audrey Hepburn, aunque en algunos fotogramas parezca excesiva, se lo hubiera merecido sólo por la escena tras la embajada.
En fin, que desde este momento, empieza la cuenta atrás para volver a disfrutarla.
Lizzypride
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