Lo que se narra en la película es una historia poco conocida sobre aeronautas intrépidos, que se arriesgaron a aventurarse en globos aerostáticos cuando la predicción del tiempo era todavía ciencia ficción. La puesta en escena es magnífica. Las vistas aéreas del Londres del XIX son inolvidables. El film tiene el mismo defecto que la mayoría de los basados en la historia. Es la dichosa manía de sacrificar la veracidad en aras a la comercialidad. La aeronauta no intervino en el evento que se relata, ni mucho menos convertido en un espectáculo de circo. Las acrobacias que tienen que realizar los tripulantes del globo son del todo punto imposibles. lo cierto es que la proeza existió (record de altura de 7.000 m.), siendo un precedente de sucesivos records que no se volverían a alcanzar hasta bien entrado el siglo veinte (August Piccard, 16.000 m. en 1932 y Malcolm D. Rosson, 34,668 m. en 1961). Aparte de todo, la producción está muy cuidada, exceptuando el doblaje mal sincronizado de la versión en español.