Es una película rara de cojones. Pero rara para bien. Y la crítica podría acabar ahí perfectamente. Pero me debo a mis lectores (que no tengo) y seguiré. Rara de cojones es el adjetivo perfecto para describirla. Empieza con una escena mega rara que ni siquiera recuerdo porque mi mente sólo pensaba "¿Qué coño estoy viendo?" Pasado esto, introduce al personaje de Jake Gyllenhaal, un profesor de historia bastante triste y apático. En unos 4 minutos, reflejan muy bien su personalidad. Un día, un compañero le recomienda ver una película, y ahí comienza su calvario. Después de verla, el prota, Adam, sueña con una escena, y decide revisarla en busca de lo que el sueño le ha revelado. En un fotograma, ve a un hombre idéntico a él. A partir de ahí, no parará hasta encontrarle y así lo hace. Me gustaría poner la lupa para ver cómo cambia Gyllenhaal su interpretación de un personaje al otro. Adam, el profesor, con sus tartamudeos, su postura introvertida y su mirada tímida. Mientras que Anthony, el actor, saca pecho y habla con más confianza que Mel Gibson en Braveheart. Aunque lleven la misma ropa o se hagan pasar el uno por el otro, en medio segundo sabes quién es quién.
La película avanza y te dices cada cinco minutos "ahora tiene que pasar la gran cosa y la peli va a dar un giro de la hostia". Pues no. Pero no llores por mí Argentina, porque el apocalíptico final te dejará con un "¿QUÉ COJONES?" en la cabeza durante tiempo, y te olvidarás de que en realidad en la peli no ha pasado nada espectacular.
Resumiendo, me ha encantado. No por el desarrollo, que tampoco ha estado mal, sino por eso, porque es rara de cojones, y a mí las pelis rarunas me pierden.