La gran virtud de “Foxcatcher” es esa atonía general que que muestra momentos cotidianos haciéndolos interesantes para el espectador y en cambio rebaja la grandeza a un tono realista. El resultado es que todo, lo importante y lo que no, tiene el mismo ritmo pero carece de colores, el director lo observa desde la distancia y deja que sea el espectador quien saque sus propias conclusiones de lo valioso o no de cuanto se le cuenta. Al poco de comenzar a ver esta película me ha sucedido algo realmente curioso, he comenzado a pensar en la película “Moneyball, rompiendo las reglas” y cuanto se parecen en ese tipo de narración atonal sin recordar que… ambas son del mismo director. A eso se le llama “sello personal” y lo mejor del sello Bennett Miller es que no es un lastre, sino todo lo contrario, es un sello de calidad. Solo hace falta ver algunas escenas para ver como las resuelve de manera contraria a lo habitual pero con mejores resultados, como reescribiendo la narrativa a cada momento. Donde debería haber conversaciones, no escuchamos lo que dicen los personajes, los encuadres son deliberadamente lentos, como cuadros de una galería de arte, hay escenas que parecen innecesarias (pero no lo son) y está desposeída de toda la ética del deporte. Es la primera película que recuerdo donde las escenas de deporte no están acompañadas de música inspiradora… no hay música, solo sonidos, ni voces.

En cuanto a los actores, Channing Tatum no es un actor de mi devoción, siempre lo he visto incapaz de transmitir emociones, no es un mal actor pero es una roca emocional. No obstante parece perfecto para el papel de Mark Schultz, entiende el papel, lo hace suyo y resulta creíble. El resto de actores están espectaculares, Mark Ruffalo transmite una bonhomía y seguridad increíble en un papel que podría haber sido gris pero sabe dejarlo en el lugar exacto que necesita la película. El problema es que sigo sin ver a Steve Carrell en el difícil papel de John du Pont, quizás porque no le reconozco, puede que eso sea bueno pero tantos kilos de maquillaje me distraen de su fantástica interpretación. El resto, todos perfectos, sin sobreactuaciones, todos en el mismo camino.

“Foxcatcher” no es una película fácil de ver pero es una película hipnótica que, sin contar demasiado, cuenta mucho. A algunos espectadores “Foxcatcher” les parecerá lenta, aburrida y demasiado gris. Pero eso es precisamente lo que busca Bennett Miller, construir un retrato de los peligros de la violencia contenida y hacerla utilizando la violencia deportiva. Como una analogía donde al final nuestro casi autista protagonista debe luchar fuera de la pista por conseguir ser alguien, por conseguir una personalidad que no tiene y de la que se aprovecha un desequilibrado John du Pont. Lo más curioso de la película es que toda esa tensión, esos problemas, ese drama, es aquí reconvertido en algo gris y triste (incluso de apagados colores) para que el espectador se asocie con la tristeza y consiga entrar en la historia y formar parte de ella. A muchos espectadores eso les costará mucho (la narrativa no es la habitual) pero quien consiga entrar en la historia saldrá con un mal rollo impresionante del cine y preguntándose porque el ser humano es capaz de las mayores pero también de las peores cosas.