“Prisioneros” es de esas películas que te engancha desde el principio y, una vez te tiene cogido, no te suelta y te envía por el lado más oscuro. Es cine negro de tantos quilates que asusta, un drama sólido y desgarrador, sin ni una sola fisura. Por momento linda mas con la tragedia que con el drama puro y duro pero promete al espectador dos horas de pura incomodidad (¿acaso no es ese objetivo de todo buen drama?). Otra de las extrañas virtudes de “Prisioneros” es el lenguaje cinematográfico que utiliza que, por momentos, alcanza momentos de inusual poesía que le otorga una nueva capa de pintura al conjunto. Visualmente es impresionante, utiliza los escenarios de manera perfecta, utiliza la meteorología, las luces, los muebles, todo está en conjunción para dejar frio al espectador, no permite ni un minuto de relax. Me ha recordado mucho a la esplendida “Zodiac” en la construcción del drama y por momentos a “Insomnia” en el aprovechamiento de los escenarios. La dirección es magnífica y los actores no lo son menos. Hugh Jackman encarna el alma matter de la función con un convencimiento inusual porque está totalmente alejado de los papeles a los que no tiene acostumbrados. En el otro lado de la balanza Jake Gyllenhaal vuelve a ofrecer un recital de contención gestual que le otorga una dimensión a su personaje de “típico policía” más allá de lo habitual. Terrence Howard está perfecto en su composición de la voz lógica a toda la historia y el resto de actores cumplen su cometido con creces proyectando toda su angustia sobre el espectador. Lo mejor es la inseguridad que provoca más allá del dilema moral que plantea. No es tan importante el “porque” sino el “como”. Porque aunque el espectador no encuentre respuestas, la película sigue siendo desasosegante y convierte al espectador en alguien frágil que no sabe cómo reaccionar a cuanto ve. Recomendable para cualquier tipo de espectador al que no se le indigeste los platos fuertes que dejan un extraño regusto en la boca.