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España España · Barcelona
Voto de El Criticón:
9
Comedia. Drama En Roma, durante el verano, nobles decadentes, arribistas, políticos, criminales de altos vuelos, periodistas, actores, prelados, artistas e intelectuales tejen una trama de relaciones inconsistentes que se desarrollan en fastuosos palacios y villas. El centro de todas las reuniones es Jep Gambardella (Toni Servillo), un escritor de 65 años que escribió un solo libro y practica el periodismo. Dominado por la indolencia y el hastío, ... [+]
29 de marzo de 2014
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravilloso juego de espejos que convierte una historia mínima en un brillante ejercicio de estilo que intenta mostrarnos que los que tienen más no son realmente los que más tienen. Doloroso (y divertidísimo) retrato de la burguesía italiana que desmonta cualquier prejuicio o admiración y demuestra que se puede contar una historia desde el más absoluto de los vacios argumentales. Pero este vacío argumental (y el poder visual) los utiliza Paolo Sorrentino como excusa para construir los diálogos más brillantes jamás escritos en una película de estas características que se convierten en puñaladas de color (literales en algún momento) que dibujan a unos burgueses que se limitan a ir de fiesta en fiesta sin más futuro que evitar la resaca, tener alguno que otro momento de sexo con alguien más jóvenes que ellos mismos y que no se les arruguen los caros trajes. “La gran belleza” es la primera película que, sin ningún esfuerzo, demuestra la banalidad de cosas que nos da vergüenza no entender. La película podría resumirse en esa conversación donde una amiga intenta explicar a la otra quien es una de las famosas de una fiesta pero no es capaz de entenderlo repitiendo una y otra vez que no sabe quién porque no tiene televisión a lo que se amiga le dice “ya sé que no tienes televisión, te encargas de recordármelo cada día”. Hay tanta banalidad en lo justo como en lo injusto, en lo bueno como en lo malo, en el exceso como en el defecto. “La gran belleza” demuestra que lo interesante, en exceso, acaba perdiendo todo su interés. Todo ese arte estúpido que esos burgueses admiran no es más que un ejercicio de ego tan grande como el foro romano frente al que vive su protagonista. Todo en “La gran belleza” es maravilloso y está maravillosamente vacio. ¿Qué pretende Paolo Sorrentino con esta película? Quién sabe, pero lo que consigue es un fascinante retrato de una parte inaccesible de nuestra sociedad. “La gran belleza” es “La Dolce Vita” del siglo XXI, construida en torno a tres fiestas, la primera (el cumpleaños del protagonista) que nos presenta a unos personajes encantadoramente vacios, la segunda (la fiesta del coleccionista de arte a mitad de película) donde todos siguen siendo igual de superficiales pero el protagonista comienza a humanizarse gracias a Ramona (y comprobamos esa humanización en el dolor y la posterior frase “me había olvidado lo que significa querer” cuando NO hace el amor con Ramona) y la tercera (que comienza con el protagonista ya absolutamente borracho diciendo la frase lapidaria “las congas de nuestras fiestas son maravillosas porque no llevan a ninguna parte” como alegoría de todo cuanto son). Una máquina de humo que lanza frente a nuestros ojos unos personajes vacios y ostentosos moviéndose en la noche romana. Una obra maestra con escenas irrepetibles dignas de Fellini (la primera fiesta, la escena del doctor que inyecta botox, la escena de la Jirafa o de las grullas, la noche en los palacios, etc). Una película llena de juegos de prestidigitador, de esas películas que son obvias pero te hacen creer que has hecho un esfuerzo por entenderlas (como las películas de Woody Allen que te hacen creerte un falso intelectual) pero una película totalmente coherente con lo que cuenta: el vacio más hermoso o lo que es lo mismo… la gran belleza.
El Criticón
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