Película de corte experimental donde con gran irreverencia, como ha sido su costumbre, el ya octogenario realizador francés se salta la reglas y hace lo que le viene en gana, no es la primera vez que lo hace, pero aquí se revoluciona aún más, no sé si evoluciona. Lo que consigue es lo que ha logrado prácticamente siempre a lo largo de su extensa carrera, es simplemente no permitir que el espectador se muestre impávido ante su obra, para bien o para mal generará reacciones.

Visualizar el film es toda una odisea, quizá también toda una osadía, entrar a la abrupta caracterización de imágenes que se suceden una tras otra, con una trama apenas perceptible y que no sigue ningún establecimiento convencional. El director -quien evidentemente funge como guionista- detalla en ese embrollo de tomas alocadas, movimientos irracionales, sonidos desajustados al propio y secuencias hermosas, diferentes pensamientos que giran alrededor una multiplicidad de cuestiones referentes a la sociedad, que van desde el Estado hasta la naturaleza, suelta sus reflexiones, su testamento dirán algunos.

Adieu au langage es sin duda alguna visualmente espectacular, todo está muy orquestado, hay una enorme viveza en los colores, un gran trabajo de fotografía a cargo de Fabrice Aragno. Sin embargo, es un trabajo concebido para verlo en 3D por lo que la entonación de los detalles bajo esta mirada sería de seguro alucinante, en 2D si bien se ve bien, se denota que hace falta algo más, en todo caso, es la visión de cómo el director imaginó su propuesta.

Con todo y esta línea que lleva el film, no puedo ser hipócrita y decir que me ha parecido una maravilla y que la he disfrutado totalmente, los aspectos visuales ya descritos pueden sentirse como excesivos por momentos, además argumentalmente resulta demasiado tediosa, demasiado lío, un cine de corte tan experimental resulta en varios tractos chocante y hasta cansina a pesar de su corta duración, desde temprano hay que dejar de intentar descifrarla y ver si se logra disfrutar. Sin duda a Godard hay que alabarle su visión, así como la valentía que siempre ha tenido, ¿y por qué no? Su irreverencia.