La película que le dio el reconocimiento internacional al italiano Roberto Benigni, guionista, director y protagonista del filme, que tuvo un largo camino por recorrer desde su estreno en su país natal en diciembre del 97, hasta su conmemoración máxima en la entrega de los Oscar en marzo del 99.

Evento en el que tuvo siete nominaciones, incluida a Mejor película, donde finalmente obtuvo los reconocimientos a Mejor banda sonora original dramática y a Mejor actor, además del punto culmen al ganar el Oscar a mejor película en lengua extranjera, entregado por Sophia Loren con una celebración inolvidable de parte de Benigni.

Fácilmente se puede dividir la película en dos partes muy bien diferenciadas, una primera parte en los albores de la Segunda Guerra Mundial, donde Guido (Roberto Benigni) conoce a su “princesa”, Dora (Nicoletta Braschi), y la otra mitad, ubicada sobre el final de este hecho histórico, donde en un campo de concentración Guido debe ingeniárselas para que su pequeño hijo no se de cuenta de la realidad vivenciada.

Si algo se debe destacar de Benigni es el ingenio con el que maneja la historia en cuestión, la trama evoluciona bien y no deja de ser divertida, este es un aspecto que no es nada fácil, porque las situaciones cómicas son recurrentes en prácticamente todo el metraje y en general funcionan bastante bien.

El drama, que es la otra gran cara del filme, está bien presente y se puede pensar que hay una necesidad por generar lástima y empatía de parte del espectador, la lágrima fácil está ahí sobre el final, esto se nota al indagar en algunas decisiones que toma el protagonista sobre el cierre por buscar a su esposa.

Benigni hace un papel que le viene perfecto, inmejorable, peo lo que parece al fin de cuentas es que no está actuando y simplemente es él, eso se confirma viendo buena parte de sus comedias, su pareja, Braschi, más comedida está bien, Cantarini, el niño que hace de su hijo es terrible, el resto del elenco está bien.

La vita è bella, un largometraje inolvidable, meloso y que muestra a un personaje riéndose del fascismo y de sus ideología, Benigni es valiente en querer presentar esto, a pesar de lo delicado del tema, sin duda, logro su objetivo.