Película ambientada en el Japón feudal del siglo XVI, Matashichi (Kamatari Fujiwara) y Tahei (Minoru Chiaki) son dos campesinos que se encuentran con Rokurota (Toshirô Mifune) un samurái que tiene la misión de llevar a la princesa Yuki (Misa Uehara) a las tierras
pertenecientes a su clan.

Sin embargo, para lograr dicho objetivo tendrán que rodear tierras enemigas, con múltiples soldados del clan rival, además de llevar un llamativo cargamento de oro que tendrán que ocultar a como puedan, eso aunado a la codicia de los dos campesinos complicaran aún más el asunto.

Como es costumbre en los filmes de Akira Kurosawa contextualizados en épocas lejanas (salvando la excepción de sus primeras obras, por obvias razones), la ambientación conseguida por el maestro japonés es simplemente gigantesca y maravillosa, teniendo a disposición una gran cantidad de extras.

El film cuenta con una narración bastante fluida, por lo que su desarrollo es preciso, lo único que le ataño un poco es que sobre el final se extiende de más en su resolución, pero por lo demás es una hermosa película que pone en juego cuestiones como la amistad, la codicia y la fidelidad.