Jane (Bette Davis) fue una niña que durante su infancia vivió una época muy exitosa, realizaba
shows en vivo donde cantaba y actuaba, siendo aclamada por el público, a pesar de la envidia que le profesaba su hermana Blanche (Joan Crawford), debido a que era ignorada por sus padres y la gente en general.

Este segmento del film, mostrado a modo de introducción en un espacio muy corto de tiempo, nos brinda un marco que resultaría vital para el desarrollo de la trama, eso y un accidente que se muestra en una secuencia formidable como lo es todo el metraje.

Posterior a esto, la película se enfoca en mostrar la desgastada y pésima relación de las hermanas (a pesar de vivir juntas), la envidia y el odio es tal que llega a un punto ridículo de una clara locura por parte de una de las protagonistas.

Así se va desarrollando, fuerte en su discurso, que va creciendo constantemente hasta llegar a niveles incluso de violencia insospechados, el film en ese sentido es de un contenido sumamente fuerte.

En cuanto a aspectos de índole técnico, la película está filmada de forma excelsa, Aldrich da realmente una clase magistral de cómo hacer cine, utilizando un sinfín de ángulos y tomas muy imaginativa y de gran forma.

De las actuaciones poco se puede decir, al observar tal duelo histriónico entre ambas divas, una labor de transformación de ambas realmente asombroso, inquietante por un lado y piadoso por otro, el resto del reparto lo hacen bien, sin llegar a lucirse porque no era necesario.

La utilización musical es otro punto muy favorable, resulta ser también un punto de mucha valía e interés, puesto que acompaña muy bien las distintas secuencias, variada a cómo va variando el accionar en la película.

Se está sin duda alguna ante una gran obra, magistral y elegante, muy bien realizada y con un desarrollo perfecto, no aburre en ningún momento a pesar de que sobrepasa las dos horas de metraje, por el contrario, se va volviendo más y más interesante, sumamente recomendada.