Un entrenador profesional de baloncesto sin mucha sensibilidad social se ve obligado a entrenar un grupo de discapacitados psíquicos. Puede que lo más relevante de la película, aparte de la valiosísima carga social, sea el hecho de que los discapacitados de la película no son realmente actores. El mérito de Fesser es enorme, y la película es muy buena y divertida, pero sin duda resta puntos la cantidad de clichés, situaciones manidas y recursos mil veces explotados por este tipo de filmes en los que un líder con problemas tiene que sacar lo mejor de un grupo para obtener una meta, normalmente ganar una competición.