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Voto de Laura:
7
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Drama
Drama sobre el narcotraficante colombiano Pablo Escobar, basado en el libro 'Amando a Pablo, odiando a Escobar', escrito por la periodista colombiana Virginia Vallejo, donde cuenta la relación amorosa que mantuvo con el narcotraficante en la década de los 80. (FILMAFFINITY)
8 de marzo de 2018
5 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
El miércoles tuve la oportunidad de asistir a un pase de Loving Pablo (Fernando León de Aranoa, 2017) en la Cineteca de Madrid. Aunque no quise leer demasiadas críticas, lo poco que vi no dejaba muy bien a la cinta. Sin embargo, después de su visionado creo que es una buena película, que te entretiene y que cuenta con buenas secuencias de acción y dos interpretaciones (las de Javier Bardem y Penélope Cruz) maravillosas.
La trama se centra en el romance que tuvo la periodista Virginia Vallejo con Pablo Escobar Gaviria, en los años 80. Comparto con otras reseñas la sensación de agotamiento, por las numerosas historias sobre Pablo Escobar, pero en el pequeño coloquio que dieron Bardem y Aranoa, el director explicaba que su guion llevaba más de cinco años rondándole por la cabeza, así que la cinta debería gozar del beneficio de la duda, antes de rechazarla por reiterativa. Además a diferencia de otras acercamientos al narco colombiano, aquí podemos ver a un Pablo Escobar desprovisto de cualquier tipo de glamour. La profunda barriga de Bardem, su estilo trasnochado y sus formas hacen de este Escobar un ser monstruoso que al inicio tiene el favor de los más pobres, que le ven como un salvador, pero que con el paso de los años se irá quedando solo hasta acabar abatido solamente en compañía de uno de sus esbirros. Este viaje del cielo al infierno, Escobar lo va a compartir con una periodista, seguramente la más conocida de Colombia, que acude inicialmente a su enorme finca a hacerle un reportaje. En un principio, Virginia se dejará llevar y tapará sus ojos, con el fin de humanizar a la bestia, pero con el paso de los años y el incremento de la violencia, Virginia se dará cuenta que ese ser que construye casas para los niños de las chabolas es un tipo maligno. Un tipo que no dudará en manipularla, como si de un títere se tratara.
Porque en Loving Pablo se aprecia muy bien como Escobar tiene rasgos de la escisión de Jekyll y Hyde, signos de la ansia de poder de Macbeth y un paso final por los infiernos como el bueno de Orfeo. En primer lugar, Pablo es un tipo violento y malvado, pero que se desdobla, cuando está con su familia o en presencia de terceros, en un hombre preocupado por la felicidad de los más desfavorecidos. Así pasamos de ver a un hombre que juega tiernamente con su hijo en la piscina, a escuchar como manda asesinar a alguien. Sin olvidar toda su supuesta cruzada para entrar en política y defender a los pobres, aunque esto no es más que una tapadera para aumentar su patrimonio y de paso alimentar su amor propio. Por encima de todo lo que pretende Escobar es que los demás le respeten. Seguramente una obsesión por el honor fruto de una personalidad débil y poco valiente. De hecho en ninguna escena se ve a Pablo ajusticiar a alguien personalmente, sino que siempre recurre a hombres de confianza para que le solucionen la papeleta.
En segundo lugar, la trama nos pone en primer plano las enfermizas ansias de poder de Pablo Escóbar. Cuando tiene una mansión kilométrica y, según la voz off de Virginia, ha conseguido acceder a esa nueva clase social de narcotraficantes millonarios, Pablo sigue queriendo más y entra en política.
La trama se centra en el romance que tuvo la periodista Virginia Vallejo con Pablo Escobar Gaviria, en los años 80. Comparto con otras reseñas la sensación de agotamiento, por las numerosas historias sobre Pablo Escobar, pero en el pequeño coloquio que dieron Bardem y Aranoa, el director explicaba que su guion llevaba más de cinco años rondándole por la cabeza, así que la cinta debería gozar del beneficio de la duda, antes de rechazarla por reiterativa. Además a diferencia de otras acercamientos al narco colombiano, aquí podemos ver a un Pablo Escobar desprovisto de cualquier tipo de glamour. La profunda barriga de Bardem, su estilo trasnochado y sus formas hacen de este Escobar un ser monstruoso que al inicio tiene el favor de los más pobres, que le ven como un salvador, pero que con el paso de los años se irá quedando solo hasta acabar abatido solamente en compañía de uno de sus esbirros. Este viaje del cielo al infierno, Escobar lo va a compartir con una periodista, seguramente la más conocida de Colombia, que acude inicialmente a su enorme finca a hacerle un reportaje. En un principio, Virginia se dejará llevar y tapará sus ojos, con el fin de humanizar a la bestia, pero con el paso de los años y el incremento de la violencia, Virginia se dará cuenta que ese ser que construye casas para los niños de las chabolas es un tipo maligno. Un tipo que no dudará en manipularla, como si de un títere se tratara.
Porque en Loving Pablo se aprecia muy bien como Escobar tiene rasgos de la escisión de Jekyll y Hyde, signos de la ansia de poder de Macbeth y un paso final por los infiernos como el bueno de Orfeo. En primer lugar, Pablo es un tipo violento y malvado, pero que se desdobla, cuando está con su familia o en presencia de terceros, en un hombre preocupado por la felicidad de los más desfavorecidos. Así pasamos de ver a un hombre que juega tiernamente con su hijo en la piscina, a escuchar como manda asesinar a alguien. Sin olvidar toda su supuesta cruzada para entrar en política y defender a los pobres, aunque esto no es más que una tapadera para aumentar su patrimonio y de paso alimentar su amor propio. Por encima de todo lo que pretende Escobar es que los demás le respeten. Seguramente una obsesión por el honor fruto de una personalidad débil y poco valiente. De hecho en ninguna escena se ve a Pablo ajusticiar a alguien personalmente, sino que siempre recurre a hombres de confianza para que le solucionen la papeleta.
En segundo lugar, la trama nos pone en primer plano las enfermizas ansias de poder de Pablo Escóbar. Cuando tiene una mansión kilométrica y, según la voz off de Virginia, ha conseguido acceder a esa nueva clase social de narcotraficantes millonarios, Pablo sigue queriendo más y entra en política.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Cuando lo ha conseguido y el ministro de justicia pone en peligro su cabeza, no duda en eliminarlo y comenzar una imparable espiral de violencia, por mucho que otros dirigentes de distintos cárteles le avisen de que matar a ministros es otra cosa. Pablo se piensa el rey de la selva. Se cree un hipopótamo invulnerable, pero finalmente los “gringos” y la imposible justificación de sus actos, le conducen al último punto: el descenso a los infiernos. A la vez que Virginia se aleja de él y empieza a colaborar con la DEA, su organización empieza a quedar descabezada y su familia acaba abandonándole para encontrar asilo. Con lo que Pablo acaba en una sucia habitación, con un único fiel que continuará a su lado, hasta la llegada de la policía. En este punto, puede verse en Pablo una de las características órficas, más comunes. Se trata de la renuncia a vivir el mundo real y la necesidad de traspasar el espejo. Pablo sabe que su imperio va a caer, pero mientras habla con su familia, por teléfono, se mantiene combativo y muy mordaz a la hora de dictarle a su vástago unas últimas voluntades. Hasta que León de Aranoa recurre a un plano sostenido y muy largo para mostrar al narco muerto, sobre los tejados, tras haber saltado por una ventana. Una ventana abierta que por qué no, puede verse como una apertura hacia una Colombia de paz y de progreso. Aunque puede que todo sea fruto de una de mis optimistas imaginaciones.
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