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España España · Móstoles
Voto de Samizdat:
5
Drama El duque de York se convirtió en rey de Inglaterra con el nombre de Jorge VI (1936-1952), tras la abdicación de su hermano mayor, Eduardo VIII. Su tartamudez, que constituía un gran inconveniente para el ejercicio de sus funciones, lo llevó a buscar la ayuda de Lionel Logue, un experto logopeda que intentó, empleando una serie de técnicas poco ortodoxas, eliminar este defecto en el habla del monarca. (FILMAFFINITY)
21 de febrero de 2011
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pues no es para tanto. Una correcta historia de superación personal, con la novedad de que el discapacitado en cuestión es de sangre real. Bien contada, sí, aunque con un dramatismo excesivo, potenciado por la elección de la música (la Séptima de Beethoven en el "tour de force" final, por ejemplo). Un poco errática la sucesión de encuentros y desencuentros de Bertie con Mr. Logue (que se llamaba así de verdad, no es un juego de palabras, aunque lo parezca). A mí me resulta una relación profundamente asimétrica e injusta; supongo que para un súbdito de Su Graciosa Majestad, monárquico hasta la médula, estará justificado soportar los comentarios y actitudes clasistas de Bertie y el pavo real que tiene por esposa, pero que le den a uno no sé qué condecoración después de años y años no me parece compensación suficiente por aguantar a tales individuos. Pero es que los británicos (no todos, supongo) entran en una especie de éxtasis en presencia de la realeza, como le pasa a la señora Logue cuando se encuentra a la mujer de Bertie en el salón de su casa y casi le da un vahído.

La película muestra a los Windsor como una familia de lo más burguesa, desde la forma de vestir hasta la manera de desenvolverse en familia. Curioso el retrato de la niña mayor, futura Isabel II como una perfeccionista neurótica, que no puede evitar criticar a su padre ni en el momento del mayor éxito de éste. Los interiores son a menudo inhóspitos: espacios enormes con muy pocos personajes en ellos, sin duda una forma de ilustrar visualmente la soledad del monarca frente a la enormidad de sus obligaciones. La consulta de Logue tiene un cierto aire onírico, con esa extraña pared multicolor. Y qué decir de ese espacio acolchado, especie de útero materno al que Jorge VI tiene que regresar para poder decir su discurso. Logue no escarba mucho en el pasado de su real paciente, pero sí lo bastante para que se vea que el tipo acarrea un considerable lote de traumas infantiles, así que allí debía de desenvolverse como pez en el agua.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Samizdat
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