La coreografía de la juventud, la multitud coordinada alrededor de los sujetos espontáneos, una sinfonía visual de fuerte calado e inacabable poder gráfico. ¿Y luego qué? Luego caos. La fluidez derrotada frente a la bandera patria, la revolución desmembrada antes incluso de ser comenzada. Todo del revés, desde los títulos de crédito hasta la imagen de la cámara. La fiesta terminó antes de comenzar. Ha sido toda ella clímax, terrorífico y agotador clímax. No sin parecer, entre toneladas de histeria, algo liberadora.

La de Gaspar Noé es una llamada de atención revestida de estudio antropológico. Un mal viaje que, quizá por caótico, se revela como la más concreta y acotada de sus obras, tanto temática como espacialmente. Una vuelta al punto de mira por parte de un director que conserva su inconfundible gusto por el mal gusto.


Para la ilustración de esta película y otras críticas (IG: unapatatamediocre):

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