Con estas iniciales premisas, el director aragonés, teje, de forma sobria y eficaz, toda una batería de fuego para atacar a una clase social que, sin duda, detesta. El marido ocupado de mantener su prestigio social más que de cualquier otra cosa, no se preocupa de su mujer nada más que en los aspectos necesarios para que ambos realicen un buen papel ante la alta sociedad a la que pertenecen. Séverine, por su parte, que comienza su carrera de prostituta con remilgos, pronto se hace al trabajo, parece sentirse realizada con él, e incluso se gana como amante a un cliente procedente del mundo del hampa; amor el de esta joven pareja que finalizará trágicamente en un encuentro de él, Marcel. con la policía tras haber disparado al marido de Séverine. A pesar de que el trabajo satisface la demanda de deseo de Séverine, ella sigue sin ser plenamente feliz, la pérdida de su amante, el poco amor que aún siente hacia su marido, el verse descubierta en el burdel por Husson, el indeseable amigo de su marido que le dio la dirección del local... Para colmo de desdichas, como antes he dejado entrever, su marido será atacado por Marcel, su amante, y quedará ciego e inválido, lo que le llevará a ella a vivir un resto de existencia nada más que convertida en su lazarillo, quedándole como último recurso sus fantasías sexuales que, por otra parte, nunca se alejaron de esta mujer. Y es aquí, al llegar al punto final, donde el espectador puede y debe preguntarse si toda esta aparente dicotomía entre realidad y fantasía no será falsa, y toda la historia que se nos ha presentado no ha sido más que producto de la imaginación de Séverine.