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Voto de star:
8
6 de marzo de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con la película recién vista, y quizá por la cercanía al 8 de Marzo, una de las cosas que más me han llamado la atención es lo que he puesto como título de esta crítica a Cuatro hijas, que también podría haberse llamado Cuatro hermanas.
La película es un modélico melodrama, bien dirigido por M. Curtiz e interpretado por Claude Rains, John Garfield y las tres hermanas Lane; la más conocida es Priscilla ( Ann), que actuó también en Arsénico por Compasión, de Capra, junto a Cary Grant, y en Los violentos años Veinte, de Raoul Walsh, junto a James Cagney.
Está basada en una novela de Fannie Hurst, autora que proporcionó argumentos a menudo al cine en el género del melodrama, y cuenta la historia de las cuatro hermanas del título, su bondadoso padre viudo ( Claude Rains, tan bien caracterizado que no me di cuenta de que era él), su vivaracha tía ( May Robson, de la que diré lo mismo), y cuatro hombres: el sensato pero tímido vecino de la furgoneta, el rico pero anodino pretendiente de una de ellas, el encantador rompecorazones que conquistará a todos los que viven en la casa, y el tipo duro que se hace odiar por todos pero que... basta, que estamos en la zona sin espoilers ( qué poco me gusta esta palabra.)
De manera que sí, estamos ante varias historias de amor cruzadas, unas más previsibles y otras menos, pero todas llevadas con bastante ecuanimidad por el guión, de modo que se hace difícil saber qué pasará al final, pues, al mismo tiempo, se nos está contando una historia sobre el crecimiento personal, la pérdida de la infancia, la asunción ( o no) de responsabilidades y la lucha contra el destino. Y sí, estamos ante una cinta con protagonismo femenino, aunque, hacia la mitad, se centra en solo una de las hermanas; pero a estas alturas el tono de la historia ya está establecido, y el foco sobre uno de los protagonistas masculinos no lo modifica.
La película es un modélico melodrama, bien dirigido por M. Curtiz e interpretado por Claude Rains, John Garfield y las tres hermanas Lane; la más conocida es Priscilla ( Ann), que actuó también en Arsénico por Compasión, de Capra, junto a Cary Grant, y en Los violentos años Veinte, de Raoul Walsh, junto a James Cagney.
Está basada en una novela de Fannie Hurst, autora que proporcionó argumentos a menudo al cine en el género del melodrama, y cuenta la historia de las cuatro hermanas del título, su bondadoso padre viudo ( Claude Rains, tan bien caracterizado que no me di cuenta de que era él), su vivaracha tía ( May Robson, de la que diré lo mismo), y cuatro hombres: el sensato pero tímido vecino de la furgoneta, el rico pero anodino pretendiente de una de ellas, el encantador rompecorazones que conquistará a todos los que viven en la casa, y el tipo duro que se hace odiar por todos pero que... basta, que estamos en la zona sin espoilers ( qué poco me gusta esta palabra.)
De manera que sí, estamos ante varias historias de amor cruzadas, unas más previsibles y otras menos, pero todas llevadas con bastante ecuanimidad por el guión, de modo que se hace difícil saber qué pasará al final, pues, al mismo tiempo, se nos está contando una historia sobre el crecimiento personal, la pérdida de la infancia, la asunción ( o no) de responsabilidades y la lucha contra el destino. Y sí, estamos ante una cinta con protagonismo femenino, aunque, hacia la mitad, se centra en solo una de las hermanas; pero a estas alturas el tono de la historia ya está establecido, y el foco sobre uno de los protagonistas masculinos no lo modifica.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En el punto inicial del relato se enfrentan las distintas actitudes ante la vida que tienen las cuatro protagonistas: Thea, que se considera la más lista, quiere casarse con su rico pretendiente, si bien reconoce que no le ama ( " el amor está pasado de moda", le dice a su hermana Emma cuando ella le pregunta si le quiere); la perezosa Kay, que iba a dedicarse profesionalmente al canto pero que ahora prefiere dejar pasar el tiempo; y las dos hermanas menores, muy unidas entre ellas, la sensata Emma, a la que aun no se le ha declarado su tímido novio, y la benjamina Ann, que aun no se quiere despedir de la infancia.
A la hermosa casita donde viven razonablemente felices tomando el pelo a su padre a cuento de la música antigua y moderna llega el apuesto Felix, hijo de un amigo de su padre, que en seguida se gana las simpatías de todos ( menos, lógicamente, de los dos novios que ven amenazadas sus pretensiones, aunque nunca llegará la sangre al río).
Un tiempo después, se unirá al círculo otro extraño, amigo de Félix, Mickey, al que en seguida se le descubrirá un inusual talento como pianista y unos desagradables modales que lo hacen reaccionar como un erizo a las muestras de simpatía que recibe.
La historia, que al principio avanza ligera y luminosa como una comedia, se torna de pronto levemente sombría con la aparición de un Mickey ( un muy joven aun John Garfield que ya apunta maneras de buen actor) que, pese a todo, encuentra un acogedor rincón en el hogar. Y, a partir de aquí, los personajes empiezan a vacilar en sus sentimientos y elecciones; unos callan lo que sienten, otros esperan que mejoren las cosas, otros las hacen por despecho, y otros se encuentran ante dolorosas elecciones.
En la parte final de la historia, la película se centra en dos de los personajes ( Ann y Mickey), dejando de lado a los demás y dibujando una relación ( y una manera de vivir) que se adivina difícil pero en la que hay auténtico amor. Pero la vida ha pasado, y las cosas en el hogar ya no son iguales; algunos amores se han desvanecido, mientras que otros han demostrado su solidez, y algunas elecciones han perdido su sentido.
Los valores que se ponen de manifiesto en esta cinta pueden haber perdido parte de su encanto, pero aun así la convicción con que está narrada, interpretada, y mostrada ante nosotros los vuelven convincentes: y así, por mucho que las hijas actúen como se esperaba de las chicas de su época, cada una de ellas es distinta y vive a su manera; dan la sensación de ser de verdad y no de mentira. Kay y Thea actúan de manera distinta que Ann, y Emma y Felix se salen de lo previsible. Curtiz podía ser un tirano en el plató pero era un narrador que sabía narrar. Podía ser un hombre, pero en esta historia femenina adopta la perspectiva de sus personajes, y se centra en la mirada de las cuatro hermanas. Podía narrar con mucha convicción una historia de guerra, o una película de cine negro, o una de aventuras, pero, si tenía que contar una historia centrada en cuatro mujeres, sus deseos y su crecimiento ante la vida, la podía contar con la misma convicción. Si en ocasiones aparece demasiado teatral, un movimiento afortunado de cámara o varios encuadres nos quitan la sensación. Si a veces parece que la película va a ser un poco cursi, en cuanto que oímos los afortunados y a veces afilados diálogos también se nos quita la sensación.
Sé que este tipo de cine está pasado de moda, y también que hay muchas personas a las que nunca les gustó. Solo puedo decir que ellos se lo pierden.
A la hermosa casita donde viven razonablemente felices tomando el pelo a su padre a cuento de la música antigua y moderna llega el apuesto Felix, hijo de un amigo de su padre, que en seguida se gana las simpatías de todos ( menos, lógicamente, de los dos novios que ven amenazadas sus pretensiones, aunque nunca llegará la sangre al río).
Un tiempo después, se unirá al círculo otro extraño, amigo de Félix, Mickey, al que en seguida se le descubrirá un inusual talento como pianista y unos desagradables modales que lo hacen reaccionar como un erizo a las muestras de simpatía que recibe.
La historia, que al principio avanza ligera y luminosa como una comedia, se torna de pronto levemente sombría con la aparición de un Mickey ( un muy joven aun John Garfield que ya apunta maneras de buen actor) que, pese a todo, encuentra un acogedor rincón en el hogar. Y, a partir de aquí, los personajes empiezan a vacilar en sus sentimientos y elecciones; unos callan lo que sienten, otros esperan que mejoren las cosas, otros las hacen por despecho, y otros se encuentran ante dolorosas elecciones.
En la parte final de la historia, la película se centra en dos de los personajes ( Ann y Mickey), dejando de lado a los demás y dibujando una relación ( y una manera de vivir) que se adivina difícil pero en la que hay auténtico amor. Pero la vida ha pasado, y las cosas en el hogar ya no son iguales; algunos amores se han desvanecido, mientras que otros han demostrado su solidez, y algunas elecciones han perdido su sentido.
Los valores que se ponen de manifiesto en esta cinta pueden haber perdido parte de su encanto, pero aun así la convicción con que está narrada, interpretada, y mostrada ante nosotros los vuelven convincentes: y así, por mucho que las hijas actúen como se esperaba de las chicas de su época, cada una de ellas es distinta y vive a su manera; dan la sensación de ser de verdad y no de mentira. Kay y Thea actúan de manera distinta que Ann, y Emma y Felix se salen de lo previsible. Curtiz podía ser un tirano en el plató pero era un narrador que sabía narrar. Podía ser un hombre, pero en esta historia femenina adopta la perspectiva de sus personajes, y se centra en la mirada de las cuatro hermanas. Podía narrar con mucha convicción una historia de guerra, o una película de cine negro, o una de aventuras, pero, si tenía que contar una historia centrada en cuatro mujeres, sus deseos y su crecimiento ante la vida, la podía contar con la misma convicción. Si en ocasiones aparece demasiado teatral, un movimiento afortunado de cámara o varios encuadres nos quitan la sensación. Si a veces parece que la película va a ser un poco cursi, en cuanto que oímos los afortunados y a veces afilados diálogos también se nos quita la sensación.
Sé que este tipo de cine está pasado de moda, y también que hay muchas personas a las que nunca les gustó. Solo puedo decir que ellos se lo pierden.