La cumbre escarlata (Crimson Peak, 2015) empieza como un homenaje a Rebeca y a las viejas novelas decimonónicas que tan bien retrataban el cambio de sociedad y mundos donde una joven americana cae presa de un misterioso hombre pegado a su mansión y raíces, al que da vida un perfecto e ideal Tom Hiddleston. Sin embargo todo pasa por lo evidente y termina en lo obvio, siendo una historia de extremos y de mujer buena contra mujer posesiva, perdiendo el arrebato, la locura y la extrañeza.

Crimson Peak es un melodrama gótico sin apenas notas turbias, lo que la hace una distraída muestra de un género nuevo: el gótico rosa, amable y con pátina para todos los públicos progresistas. Pero le resta capacidad de crítica social y de imaginación estética. Una pena, pero como todas las ruinas, con vestigios extrañamente bellos de contemplar.