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España España · Galicia
Voto de Sandris:
8
Drama. Romance Inglaterra, 1962. Florence y Edward, tienen poco más de 20 años. Ella de clase media alta, él de clase baja. Inocentes, vírgenes y enamorados cuando aún no se había publicado el primer LP de los Beatles y “El amante de Lady Chatterley” estaba prohibido, se casan y van a pasar su primera noche de bodas a un hotel, junto a la famosa Chesil Beach. Lo que sucede esa noche, entre sus palabras y sus silencios, cambiará sus vidas para siempre.
17 de marzo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta semana devoré ‘Chesil Beach’, la corta pero intensísima novela de Ian McEwan que da vida a esta película. No es fácil adaptar su enrevesada prosa a la pantalla, así que es el propio escritor el que firma el guion. Florence y Edward son dos chicos jóvenes, vírgenes, ingenuos y enamorados. Ambos desean con ansia la libertad que no tienen por la severa educación de los años cincuenta, desean que sus vidas comiencen de una vez por todas y poder hacer lo que ellos quieran. Se aman tanto que dan demasiadas cosas por sentado, pequeñas cosas de las que no hablan y se van sepultando entre ellos, agrietando las paredes de su relación. Florence no cree que sea una mujer normal, se oculta de todos y hasta de sí misma, hasta que ya no puede fingir más. Edward es un hombre perdido en la vida, sin rumbo, solo con la certeza de que ama a Florence. Si algo importa en esta obra es el silencio, las verdades que no se dicen, las miradas que ocultan los sentimientos y el dolor. Una noche, una simple noche basta para manifestar que su historia de amor es totalmente imposible. A pesar de todos los susurros, los besos, las miradas, las emociones... una simple noche con las verdades a la cara. Una noche en la que Edward deberá tomar una decisión que cambiará para siempre el curso de su vida. Una vida que ya no volverá a ser la misma, que se concentra completamente en un instante efímero pero real, en la mirada hacia un asiento, el asiento 9C del Wigmore Hall.
Mención especial para Saoirse Ronan y Billy Howle, impecables en un film envuelto por una maravillosa banda sonora y una fotografía tan mínima como preciosa. Una película bonita, tierna y atemporal.
Sandris
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