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Voto de Marylebone:
8
Romance. Drama Neil (Ben Affleck), un norteamericano aspirante a escritor, y Marina (Olga Kurylenko), una madre soltera europea, se conocen en París y disfrutan de un momento de idilio en la isla francesa de St Michel, revitalizados por las sensaciones de estar de nuevo enamorados. Neil ha dejado su país buscando una vida mejor, dejando atrás una serie de hechos dolorosos. Mirando a Marina a los ojos, Neil cree estar seguro de que ha encontrado a la ... [+]
8 de mayo de 2013
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque no logra alcanzar el nivel de genialidad con que Terrence Malick admiró en El Árbol de la Vida, To the Wonder vuelve a ser un regalo para los amantes del cine y de todo lo que éste lleva implícito.
Es cierto que mucho de lo que vemos en el último trabajo del estadounidense nos suena y se nos parece a lo anterior, pero precisamente a causa de esto podemos hablar de un fenómeno cada vez más inusual: el sello propio conjugado con la autenticidad.
Notable ejercicio de aproximación emocional al arte de hilar secuencias, To the Wonder nos mece suavemente en un recorrido acostumbrado por las pasiones humanas.
Hermosa fotografía condensada en potentes imágenes que penetran en nuestra retina y tratan de hacernos comprender el origen, desarrollo y ocaso de lo único que supuestamente nos mantiene vivos: el amor.
De amor y desamor, de esperas largas y silencios, de promesas nuevas y rotas esperanzas, la traición y el riesgo de sentir demasiado, el despecho cruel.
Y una lágrima que se escapa ante quien comprende que lo que anhela se pierde entre sus dedos, como finísima e incontenible arena que se marcha con el viento.
También observamos la soledad de los que creen y han hecho del creer el sentido de sus vidas en la figura de un Javier Bardem meditabundo. La seguridad de la impermanencia que desbarata toda ilusión naciente, como si lo bello y lo bueno no pudiesen también ser eternos.
Asistimos sobrecogidos a la concatenación de caricias en una pantalla, de palabras que todos sabemos pronunciar y son momentos importantes cuando nos decidimos hacerlo.
El espectador puede recordar el día en que sintió el cuerpo del ser que amó aproximarse al suyo y cómo cada célula que lo conformaba se estremecía en el tacto con el otro.

Cuando miraste otro rostro y supiste que la soledad había terminado, que ya no habría más naufragio ni más miedo porque en sus ojos se hallaba el último de tus puertos. Si reconoces esa tierna sensación de confiar tu alma y tu desnudez a otro que empieza a ser casi tú, de asir su mano en busca de sostén y protección, de ser todo lo valiente que puedes ser porque el mundo recobra su sentido si esa persona se encuentra cerca y sabes que no existe el desamparo.
El tiempo breve de la exaltación que se comparte reflejado en la potente metáfora del carrusel que gira, que viene y va. Que sube y que baja.
Como una marea que se aproxima y humedece tu cuerpo para después envolverse en sí misma de nuevo.
Así es el amor.
Imposible, mutante, etéreo, escurridizo, generoso, loco, magnético, bipolar, delicioso, envolvente, irrepetible, desconocido, ardiente, doloroso, dulce, melancólico, imponderable.

La historia de amor entre los personajes interpretados por Ben Affleck y Olga Kurylenko es el eje central de la película.
Una historia de amor que se inflama y se agota, con sus idas y venidas, despedidas y reencuentros, mañanas tristes mirando al techo, una bola de cristal que gira sobre sí misma como un corazón que baila con su estrella hasta enmarañarse, una amiga que rompe cadenas, las cadenas que no quieres que se rompan, la tentación en el otro, la ilusión del principio y la desilusión del final.
Sobresaliente la conclusión del personaje interpretado por Olga Kurylenko cuando ya todo hubo transcurrido, al recuperarse a sí misma y decir “gracias” a todo lo pasado y vivido.
Parece más fuerte, crecida y experimentada. Sabe hacia dónde camina y camina decidida. Sus ropas están cubiertas de lodo, pero su sonrisa semeja más sincera que nunca.

Merece especial atención el papel de Rachel McAdams.
Ella, vulnerable y temerosa hembra que arrastra una enorme pesadumbre y se lanza al vacío de un amor no correspondido…cuestionando ya sola en una casa que no es la de ella si todo lo que hubo no fue más que una mentira.
Despechada, rabiosa y sollozante entre campos dorados, la mujer que pretende darse por completo se topa con el muro de la insensata realidad. Y se adormece en una especie de desconcierto, en un letargo sombrío que subsigue al esplendor de los amaneceres contemplados.
No sabremos si volverá a confiar, si deseará de nuevo ser la esposa de alguien, si volverá a pronunciar un “te quiero” tan puro como el de entonces.
Bella y frágil. Fugaz y conmovedora. Todo en ella queda en suspense, en un interrogante incierto que no se extinguirá jamás para el que observa su caída.

To the Wonder equivale a inteligente belleza, delicadeza sublime, poética inabarcable, reconfortante sensación de que lo humano es retratable y comprensible…en danzas lentas de ligeros vestidos, colores y vuelos de audacia, la película nos consuela y estremece, nos abriga y nos desnuda, nos aproxima al sentir más puro, nos permite reflexionar con libertad y nos ofrece una certeza que confiere el sentido máximo al metraje.
Y esa certeza es que tú, al igual que yo y que todos los demás…amarás.
Marylebone
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