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España España · Donostia-San Sebastián
Voto de Keichi:
7
Romance. Drama Desde que se conocieron en 1912, Jules (Oskar Werner) y Jim (Henri Serre) se hicieron amigos tan inseparables que se enamoraron de la misma mujer (Jeanne Moreau). Uno de ellos se casa con ella. Obra muy representativa del cine francés de los sesenta, que constituye un canto al amor y la pasión. (FILMAFFINITY)
8 de septiembre de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El origen de Jules y Jim está en una novela del escritor Henri-Pierre Roché, un material del que se valió Truffaut para empezar un díptico sobre los triángulos amorosos que completaría con la adaptación de Las dos inglesas y el amor. La película retrata la bohemia e íntima amistad de dos hombres enamorados de una misma mujer, un ménage à trois interrumpido por el estallido de la Gran Guerra. Este trío lo forman Oskar Werner, Henri Serre y la abanderada de la Nouvelle Vague Jeanne Moreau como la visceral Catherine, un personaje cuyo magnetismo acaba subyugando a todos los que la rodean. Aunque muchos han querido ver aquí una defensa de las ideas revolucionarias del amor libre -ahí queda el cameo de Marie Dubois- lo cierto es que Truffaut termina mostrándose crítico con este posicionamiento: Más que una elegía al espíritu libre, el final dramático retrata a una mujer fatal egoísta, caprichosa e incluso desequilibrada.

Lecturas aparte, el film aportó en su día numerosas invenciones al discurso del cine de vanguardia. Desde los efectos de sonido y la imagen congelada hasta la fotografía de Raoul Coutard pasando por el uso de imágenes de archivo, la película se convierte en un verdadero recital de innovación cinematográfica. Escenas como la de la carrera en el puente quedan para el recuerdo. Georges Delerue vuelve a deleitarnos con una maravillosa banda sonora, en ocasiones completamente independiente de las imágenes que la acompañan. Jules y Jim está lejos de ser perfecta, en parte por una excesiva pasión de Truffaut en su puesta en escena y un ritmo irregular, una mixtura de elementos clásicos e innovadores que no siempre llevan a buen puerto, pero, logrado o no, este trabajo influiría a muchos cineastas venideros. Es el caso de Jean-Pierre Jeunet, quien la homenajeó introduciendo dos de sus escenas en Amélie.
Keichi
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