Las películas de Sarah Polley son la ilustración de procesos internos: en 'Lejos de ella' no interesaba tanto retratar el Alzheimer como el paulatino deterioro del personaje, y en 'Take This Waltz', en el momento de escribir estas líneas todavía inédita en España, la odisea interior de la protagonista se convierte en la base de todo, esquivando a conciencia la manida trama de amor o desamor. El cine de Polley también bebe de una corriente de cine dirigido por mujeres, protagonizado por mujeres y contado en clave sensitiva e íntima, por no decir femenina: en 'Take This Waltz' hay cierta saturación de colores 'a lo Kar Wai', las miradas perdidas en el horizonte que tanto le gustan a Sofia Coppola y el uso estilizado del montaje y la fotografía presente en la filmografía de Isabel Coixet.

Polley muestra sus cartas desde el primer minuto y se arriesga al construir una película que en lugar de contar una historia aspira a ser un estado de ánimo. Tal vez por ello cuesta entrar en el universo de 'Take This Waltz', pero también cuesta trabajo salir de él. Los puristas notarán cierto tufillo rosa de novela ligera o telefilm de sobremesa, los gafapastas criticarán sus ínfulas intelectuales y la elección de su banda sonora, y los espectadores que se dejen llevar asistirán a una hipnosis de casi dos horas. 'Take This Waltz' habla de algo muy frecuente en la vida pero poco tratado en el cine: lo que ocurre cuando uno no se siente plenamente satisfecho en una existencia paradójicamente feliz, al menos según la teoría establecida, y el desaliento que deriva de esa situación de aparente perfección. Solo queda que la audiencia sepa disfrutar de su lírica entre humana y pastelosa, más allá de planos tan bellos como el baile al son del 'Take This Waltz' de Leonard Cohen.

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