Haz click aquí para copiar la URL
España España · Cinecittà
Voto de Xavier Vidal:
10
Comedia. Drama Gloria, un ama de casa frustrada, malcasada y adicta a las anfetaminas, vive en una casa de vecinos de un barrio humilde con su marido, que es taxista, sus hijos y su suegra. Compagina las labores del hogar con el trabajo de asistenta en otras casas. (FILMAFFINITY)
12 de agosto de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué he hecho yo para merecer esto! marca un punto de inflexión en la carrera de Pedro Almodóvar. Si bien la anterior Entre tinieblas ya se desmarcaba del estilo caótico y pop de sus primeras obras, el film supone un salto cualitativo y cuantitativo en el cine del manchego: sin abandonar el espíritu rebelde y provocador de sus inicios, el cineasta dibuja una gran epopeya costumbrista y tragicómica a imagen y semejanza de los títulos más emblemáticos del neorrealismo italiano, pero al mismo tiempo tomando cierta sinrazón y el humor de brocha gorda de la popular ‘españolada’ anterior a los 70 (citada de forma explícita en la escena musical de La bien pagá y los distintos spots televisivos que visiona la protagonista mientras hace sus tareas). De ahí que el film resulte kitsch a la par que reconocible, ajeno sin renunciar a lo vecino, localista y descripción de un tiempo muy concreto (la España de la Transición, marcada por la agónica supervivencia y el paulatino desapego de los modelos sociales, familiares y políticos de antaño) y a la vez tremendamente universal (no existe, incluso treinta años después, una alegoría más precisa de la mujer trabajadora y maltratada, esposa y madre sacrificada).

La fascinación que despierta ¿Qué he hecho yo para merecer esto! se debe en gran parte a su capacidad por aunar lo ordinario (entendido como costumbrista) con lo extraordinario (entendido como fantástico). Almodóvar siempre ha transitado terrenos fronterizos y personales, cotidianos o místicos según la escena, pero en ninguna otra película ha abrazado de forma tan evidente el realismo mágico como aquí. El bloque de pisos que preside el film, una colmena inmensa demasiado parecida a la ‘casa – cárcel’ que habitaba Sophia Loren en Una jornada particular, esconde una lectura festiva, realista y desvirtuada de la España del momento: el poso machista, violento e irrespirable de Posguerra entra en tensión con imágenes de la emancipación de la mujer (la vecina prostituta, que aun vendiendo su cuerpo destaca por su buen corazón; la hija tímida que mitiga el carácter airado de la madre con sus poderes sobrenaturales) y una expresión del ‘sentir homosexual’ que Almodóvar ya había destapado anteriormente y que en el film se expresa con el personaje del hijo apátrida (muestra, además, de la realidad quinqui que tan bien reflejó el cine español del momento).

El realismo mágico también se nutre de interesantes símbolos, abiertos todavía ahora a interesantes y variadas interpretaciones. El lagarto ‘dinero’ puede ser según la sensibilidad de cada uno una metáfora del yugo masculino o una alegoría de los nuevos tiempos capitalistas. La pata de jamón con la que nuestra heroína culmina su liberación personal es una imagen tan ancestral como surrealista que posteriormente tomaría Bigas Luna en la culminación de la afrenta de machos de Jamón, jamón. Y finalmente, el personaje de la abuela encarna la dicotomía de la España rural y urbana: la Mancha añorada y evocada tantas veces por Almodóvar es aquí un paisaje vívido y sentido aunque nunca lo veamos en pantalla, tan nítida como la capital madrileña que el director retrata cosmopolita y provinciana, con siervos y sirvientas, con rascacielos lujosos y descampados marginales, con carreteras asfaltadas y caminos de barro.

En definitiva, ninguna película posee la pureza tragicómica de ¿Qué he hecho yo para merecer esto! Almodóvar ha seguido jugando con los géneros, pero nunca ha vuelto a firmar una reinvención tan compleja del cine social: de hecho, cualquier intento por clasificar o describir el film es una misión todavía imposible. Menos vodevilesca que Mujeres al borde de un ataque de nervios, más realista que Tacones lejanos, menos pasional que Átame, y seguramente menos refinada que las últimas creaciones almodovarianas (de la madura Todo sobre mi madre a la oscura La piel que habito), pero también por ese motivo más espontánea y estimulante. Una de las obras maestras del cine español está de aniversario, y pese a sus treinta años sigue tan joven como el primer día: vale la pena recuperarla o disfrutarla por primera vez.

@Xavicinoscar, Cinoscar & Rarities
Xavier Vidal
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow