127 horas fueron las que pasó un auténtico héroe que sin necesidad de rescatar a más personas que Indiana Jones y John McLane juntos, ni saber dar patadas giratorias como el amigo Chuck o tirarse bombonazos como Van Damme, logró una de las mayores gestas que el mundo del cine tuvo el honor de descubrir.

Boyle, con un estilo cámara en mano en el que el espectáculo visual se convierte en el dueño absoluto de la función, con una interminable abundancia de recursos visuales a su favor (la carrera vuelta atrás en el desierto hasta llegar a la rebosante Gatorade que Ralston olvida en el coche, los automonólogos del protagonista, o la escena de la cascada, entre los más destacados), acompañado de un entregadísimo James Franco que se metamorfosea camaleónicamente en un Ralston lleno de carácter al que el espectador llega a tenerle auténtico aprecio, bien secundado por unos secundarios más que aceptables.

Decir que el guión exprime al máximo su (aparentemente) minimalista premisa es quedarse corto, pues convierte una historia tan simple como la de un hombre atrapado en una roca en una odisea cargada de acción (sí, como lo oyen, y no me dirán que esa secuencia con la lluvia inundándolo todo bien podría pertenecer a cualquier película de aventuras que se precie) para adentrarse directamente en la mente del protagonista y hacernos sentir en primera persona todos y cada uno de sus sentimientos y pensamientos con abrumadora intensidad y realismo. Nada reprochable resulta a su vez el respeto y a la vez, el realismo, con el que se muestra la escena más polémica del film (todos ya saben a cual me refiero), con una explicitud brutal en la que el gore solo muestra la realidad y no el morbo que muchos quieran buscarle.

Así queda pues, una de las mayores joyitas cinematográficas de todo el año, llena de intensísimos momentos para el recuerdo, dotada de un humor especial y con unos Boyle y Franco en pleno estado de gracia y entregados a la causa, posiblemente en los mejores trabajos de toda su carrera. Un auténtico espectáculo narrativo lleno de gran regocijo visual en el que cine comercial e independiente van unidos con ambas manos creando sin lugar a dudas una de las películas más satisfactorias y geniales del año. Una obra maestra.

·LO MEJOR: El espectáculo visual y narrativo al que asistimos como invitados de honor. Un entregadísimo James Franco. La escena en la que la luz atraviesa las paredes de la gruta, preciosa.

·LO PEOR: Los molestos flashbacks familiares.