No recuerdo ahora si era Carlos Pumares o José Luis Garci quién decía que de todos los géneros cinematográficos clásicos, el único que queda definido por las localizaciones y el paisaje es el western.

Pues bien, nos encontramos aquí con un western moderno con sus paisajes abiertos donde casi puedes sentir cómo se te pega el polvo a la piel. Pero además tiene sus forajidos (hermanos para más inri), sus rangers (enorme acierto haber incluido el personaje del compañero comanche), un rancho que va a ser expropiado (pero no por el cacique de turno sino por un banco), etc... Los saloons aquí se han reconvertido en modernas cafeterías, los caballos en furgonetas pick-up y ahora los rifles llevan mira telescópica.

David Mackenzie ha dirigido un efectivo western que entretiene lo suyo, y además se permite hacer un homenaje más que evidente a la obra maestra del género "Pasión de los fuertes" de John Ford (1946). Nótese la importancia de los porches, que sirven tanto para esperar la llegada del forajido de turno como para jurarse venganza entre enemigos irreconciliables.